3 de abril de 2011

Jóvenes sin conciencia de riesgo, jóvenes en riesgo.



Si hay un enemigo de la seguridad vial, ese es la falta de conciencia, pero no en un sentido peyorativo sino lisa y llanamente lo que significa “falta de conciencia”: no ser conscientes de lo que realmente sucede. Y eso es lo primero que se piensa al leer que según un estudio del Instituto de Seguridad Vial de Fundación Mapfre un 61% de los conductores jóvenes ven muy poco probable la posibilidad de ser protagonistas de la siniestralidad vial, lo que entra en contradicción con la realidad, y es que la primera causa de mortalidad para los jóvenes de nuestro país tiene que ver con la carretera.

¿Se trata de meter miedo al personal? Pues no, pero hay actitudes relacionadas con el volante que a partir de este estudio se muestran de manera evidente, y dan lugar a un retrato preciso de dónde está el problema de la seguridad vial en materia de conductores jóvenes, que no son el grueso de la población conductora pero sí los que tienen proporcionalmente mayores y más graves siniestros.

De entre todos los números que se dan, hay un par de datos que me llaman la atención, no por novedosos sino porque confirman las tesis, y es que el 37% de los jóvenes cree que cometer imprudencias es inevitable y el 46% piensa que si el resto de conductores fueran más responsables, eso les ayudaría a evitar riesgos en la carretera. Conclusión: hacer el cabra por la carretera es normal y si pasa algo la culpa es de los demás.

Con estos mimbres, tenemos siniestralidad vial para rato, y más teniendo en cuenta que según los entrevistados la persona que más les ha influido en su forma de conducir es en un 48% de los casos el padre, ese conductor que lleva años sin reciclarse. Luego van el profesor de formación vial en un 21.5% y la madre en un 9.5%. Supongo que en el 21% restante habrá un poco de todo, incluyendo hermanos, amigos, primos y demás.

Pero no seamos derrotistas, que dicen los jóvenes que en un 90% de los casos tienen claro que conducción y drogas son incompatibles. En el caso del alcohol, sin embargo, hay una diferencia notable entre sexos: las chicas no conducen si han bebido en un 80% de los casos, mientras que los muchachos afirman esto mismo en un 55%. Y la conclusión que saca uno de los datos es que los jóvenes perciben los riesgos según les sopla el viento: huy, no, drogarse no, que es una salvajada, pero como beber es normal… pues vas con el puntito y no pasa nada. Como si lo viera. Ah, y si por una de aquellas casualidades de la vida pasa algo… la culpa siempre será de los demás.

¿Qué esperábamos? Es la misma hipocresía que rodea a toda nuestra sociedad. Educamos y somos educados buscando al culpable y no a la solución del problema, estigmatizamos y somos estigmatizados, y mientras mareamos la perdiz los demás siguen pensando que el problema lo tiene el otro. Nuestro sabio refranero habla desde hace siglos de lo fácil que es ver la paja en el ojo ajeno sin notar la viga en el propio.

Ahora, sólo esperemos que salgan datos similares relacionados con el otro grupo: los conductores senior, esos que dan por hecho que los kilómetros recorridos se traducen por arte de magia en responsabilidad al volante. Puede ser apasionante lo que salga de ahí.