9 de diciembre de 2010

Los problemas mentales están ya detrás de un 40% de los crímenes y agresiones graves

La mitad de las enfermedades diagnosticadas por forenses en Valencia no habían aflorado antes del delito

Me embrujaron y controlaron con un cristal mi cabeza, que me ordenó matar».
«Mi vecino me intoxicaba con polvos pica pica».
«Mi padre me envenenaba la leche y el agua».
«Unas voces me dijeron lo que tenía que hacer»...

Estas frases esconden cinco asesinatos. Son motores directos de una violencia atroz e inesperada, chispas de origen incomprensible que han prendido fuego a la vida de familias enteras. Delirios paranoides, esquizofrenías, manías persecutorias...y muerte. Víctimas en Paiporta, Valencia, Benetússer o Chera.

Las más peligrosas de estas mentes se han desnudado ante alguno de los cinco expertos que realizan informes en la Sección de Psiquiatría del Instituto de Medicina Legal (IML). «El año pasado efectuamos 162 pericias psiquiatricas a petición de los juzgados, las de los agresores más graves, tanto homicidas como sexuales», explica Matías Vicente, director del IML.

Estos expertos toman una importante decisión previa al juicio: determinar el grado de imputabilidad de un asesino o violador, es decir, estimar hasta qué punto su voluntad o conocimiento eran esclavos de una mente enferma cuando cometieron la atrocidad.

La jefa de la sección de Psiquiatría es Purificación Beltrán, una mujer con más de dos década de experiencia. «Que un procesado nos engañe y trate de hacerse el loco es prácticamente imposible. Hay métodos para desenmascararlos, en colaboración con centros hospitalarios». Un hombre mayor implicado en una agresión sexual en Valencia aseguró que veía a un demonio «rojo y con cuernos, sin más componentes psíquicos de interés». El IML no tardó en comprobar que era una simulación tras pedir su ingreso en centro psiquiátrico de agudos para valorar su evolución y respuesta al tratamiento.

Realidad distorsionada

Beltrán estima que aproximadamente un 20% de los entrevistados sufre algún «desajuste adaptativo puntual» en el momento del delito. Un porcentaje similar es el de aquellos completamente atenazados por su enfermedad cuando brotó su violencia. «Las más comunes son los trastornos delirantes, la esquizofrenia o las psicósis por drogas, patologías que, sobre todo, distorsionan la realidad circundante de quien las sufre», resumió.

El que padece trastornos delirantes funciona bien en general pero en el pensamiento se le instala una idea irreal e irreductible a la argumentación lógica, el motor del crimen. «Es fecuente que el autor imagine que le envenenan, que su pareja le engaña o que aluda a referencias místicas considerándose un profeta», explone Beltrán.

En la esquizofrenia el enfermo mata como defensa casi instintiva ante unas amenazas falsas y constantes generadas por su mente. Oye voces que le hablan y le indican qué debe hacer, ve naves espaciales en vez de edificios y conspiradores peligrosos en lugar de padres y hermanos. Actúa en consecuencia contra una especie de complot generalizado contra él «que percibe como totalmente cierto», detalla Beltrán.

La mitad de las enfermedades mentales que se detectan durante la fase de examen forense no habían aflorado con anterioridad al delito cometido o no habían sido diagnosticadas.

«Hay un aumento de población inmigrante implicada en homicidios de la que se desconoce su historial clínico mental», advirtió Beltrán. Puede haber problemas de fondo «pero no ha existido tratamiento ni seguimiento alguno al tratarse de personas a veces desarraigadas de su familia, sin el apoyo social necesario».

En la última década, una veintena de padres han fallecido en la Comunitat a manos de hijos con problemas mentales. Según la Plataforma en Defensa de la Salud Mental Pública, en la Comunitat hay 95.000 personas con enfermedades mentales graves y un 85% convive con su familia.

¿La asignatura pendiente?
Los forenses lo tienen claro. La respuesta del director y la doctora Beltrán es casi al unísono: «Faltan plazas hospitalarias públicas de media o larga estancia para estos enfermos, en especial para los que, además de problemas mentales graves, presentan adicción a las drogas».