17 de octubre de 2012

Principios del comportamiento vial (2): la previsión


 Como ya sabemos, tras ver el comportamiento que pueden tener los demás y a pesar de utilizar el principio de confianza, toda precaución es poca a la hora de ponerse al volante. De ahí, la previsión como principio basado en que todo obstáculo o situación que pueda sorprendernos deberá ser aceptado sin alterar nuestra capacidad de anticipación para evitar cualquier incidente vial.

La anticipación como alternativa a la propia seguridad personal, siempre que la situación de peligro inicial sea de tal naturaleza que, efectivamente, exija una resolución del conflicto como, por ejemplo, una maniobra evasiva consistente en el giro de volante hacia la derecha para impedir una colisión por alcance en una vía de doble sentido de circulación. Pero, hay muchos más ejemplos…

No pretendo hacer un guión sobre las buenas prácticas en la conducción pero mi experiencia de muchos años conduciendo vehículos, me ha enseñado no sólo a tener una expectativa adecuada, por ese derecho a esperar de los demás un uso adecuado de las normas que regulan la circulación sino también, intentar superar con éxito o estar a la altura ante cualquier imprevisto que se presente, salvo que se trate de incidentes: voluntarios, fortuitos como por ejemplo, derrame de líquido deslizante sobre la calzada o de fuerza mayor como por ejemplo, la caída de un árbol a nuestro paso con nuestro vehículo.

En consecuencia, descartando aquellos factores que con ocasión del tráfico sean inevitables, el principio de previsión también denominado de precaución en materia de seguridad vial respalda la adopción de medidas protectoras ante conductas que puedan crear situaciones de grave riesgo para la circulación u otras que por omisión o desconocimiento de la norma sean mal interpretadas.

Hay que saber prevenir para anticiparse

Por tanto, el principio de previsión junto con el de confianza pretende que la conducción se realice de la forma más natural posible. Es decir, que la circulación vial sea lo menos exigente posible, con el menor número de obstáculos, tramos rectos, buena visibilidad de la señalización, etcétera. Son condiciones que nos ayudarán a controlar en cada momento nuestra propia intervención de acuerdo con nuestra capacidad y experiencia. De todas maneras, con estos dos ejemplos seguro que se entenderá mejor:

Supuesto 1: El conductor que circula por el casco urbano debe prever que en un momento determinado puede irrumpir un peatón y cruzar la calzada, por lo tanto debe ajustar su conducción a las circunstancias que puedan presentarse. En el caso de no hacerse y producirse el siniestro vial, aunque fuese inevitable, la responsabilidad recaerá sobre el propio conductor. Del mismo modo, la previsión del incidente vial juega un papel muy importante, como hemos explicado antes, en tanto que se responsabiliza por completo al que pudo y no lo hizo.
Supuesto 2: El conductor que no puede prever la aparición de un animal suelto transitando por la calzada sobre todo si desconocemos la carretera. Pero si se trata de un tramo recto con buena visibilidad, aunque fuese de noche, lo más probable es que nos permita realizar una maniobra evasiva como por ejemplo advertir a los demás nuestra intención de detenernos. En el caso de producirse el atropello podría plantearse: una velocidad excesiva, falta de atención o una impericia del conductor.

La importancia de la conducción dirigida

Siguiendo con los principios del comportamiento vial ya enumerados, como conductores, estamos como dirigidos en todo momento por la señalización existente de la red vial. Es decir, mientras no exista señalización que indique una alteración de la normalidad en el tráfico, podemos circular en la confianza de que no vamos a encontrar ninguna anomalía. Pero si además, asumimos algunas dificultades que nos podemos encontrar como por ejemplo, suelo mojado por lluvia, calzada en obras, etcétera; sólo nos queda utilizar la previsión, es decir, adoptar las medidas adecuadas para superarlas sin dificultad.

Otro aspecto a tener en cuenta es el de la obligación que tienen los usuarios de las vías de señalizar las maniobras que realicen. Como sabemos, tales maniobras implican un movimiento que, si no se anuncia con antelación, pueden suponer un peligro potencial importante para el resto de los usuarios puesto que suponen desplazamientos laterales o cambio de carril no esperados en los que se pueden cruzar las trayectorias de los vehículos con riesgo de sufrir alguna colisión o conflicto.

A veces, al volante, necesitamos reforzar nuestras maniobras para que sean vistas por el resto de usuarios. Es más, no podemos dar por hecho que los demás han entendido nuestras intenciones. Por ejemplo, cuando circulamos por el carril exterior de una rotonda y no deseamos salir por la primera salida. En este caso, si advertimos con el intermitente izquierdo estaremos dando a entender a los demás, que nos siguen, que no vamos a salirnos de la rotonda. Cuando vamos en paralelo y junto a un vehículo articulado (cabeza tractora más semirremolque) tenemos que prever que su ángulo muerto le impide vernos. Si vamos detrás de un conductor o conductora de avanzada edad tenemos que prever que puede aminorar la velocidad sin motivo aparente…

En definitiva, previsión en la conducción es anticiparse a las maniobras de los demás para facilitar la correcta utilización de nuestro entorno vial y en todo caso evitar un conflicto sabiendo de antemano que podemos dominar la situación. Como en el ajedrez: pensar dos jugadas por delante.
Fuente:Circula Seguro