8 de octubre de 2012

La cortesía, esa gran desconocida en la carretera... ¿y fuera de ella?

Un ejemplo clásico en una aula de teórica. Un ejemplo que preguntan siempre los alumnos, si no es que están dormidos o mentalmente ausentes, cuando el profesor explica la norma general de prioridad de paso. “Y si vienen coches por todas las calles, ¿quién pasa primero?” Tiene lógica que lo pregunten, al fin y al cabo buscan límites. Y el profesor responde entonces con la palabra mágica: “Cortesía“. Y los hay que es como si les hablaran de la criogenia de la alubia pinta.

Vivimos últimamente en una suerte de sociedad bipolar que lo mismo echa en falta la buena educación, la cortesía y las buenas maneras que fomenta todo lo contrario por medio de innumerables inputs que recibimos ya sin darnos ni cuenta. Y decimos que antes que la Educación Vial va la Educación a secas. Pero, ¿quién la debe fomentar? ¿Quién le pone el cascabel al gato?

De José María Quesada, de su libro Conducción al límite, voy a tomar prestado el ejemplo del carrito del hipermercado. Sí. Cuenta Quesada, hablando del cambio que experimentamos cuando nos sentamos al volante (el conflicto entre Mister Walker y Mister Wheeler, ni más ni menos) que las personas, fuera del coche, incluso un sábado por la tarde y en medio del gentío del hipermercado, somos capaces de mantener un resquicio de buena educación. Cito:

“Situémonos en un hipermercado de una gran ciudad un sábado por la tarde. Colas interminables, pasillos atestados, el carro lleno hasta los topes y un caos circulatorio digno de un campo de batalla. No es nuestro mejor momento y nuestro humor no está para muchas bromas. Sin embargo, ante otro “compañero” que nos impide el paso basta con un «por favor, ¿me permite?» para que aparte solícitamente su carro con un «perdón, pase usted». Ambos nos despediremos con una amplia sonrisa en el rostro hasta el siguiente obstáculo.”

Es curioso, porque el libro fue editado en abril de 2007, y por entonces ya existía Ikea en España… Sea como fuere, no es por enmendar la plana a uno de los maestros de este país, pero quizá en los últimos tiempos se ha perdido incluso esa cortesía a la que aludía Quesada. Lo vemos en el autobús, en la acera, en el ascensor y en la cola de cualquier tienda cuando descubrimos a alguien que intenta colarse disimulando… para luego protestar cuando lo pillan in fraganti.

De la pérdida de la cortesía a la desfachatez.

La falta de cortesía, ¿es por la crisis económica?

El siglo pasado culminó con una enorme crisis de valores que llegó mucho antes que la actual crisis económica. No es que ahora estemos agobiados por la pérdida del empleo y por eso vayamos perpetuamente cabreados con el otro. Que sí que estamos agobiados por la situación y vamos cabreados, claro que sí, pero nuestra falta de buena educación la arrastramos de antes. No es sólo porque ahora estemos como estamos. Nuestra falta de buena educación ya venía de antes.

Nótese el matiz. Falta de buena educación. Desgraciadamente para el caso que nos ocupa, la falta de educación no existe. Es decir, uno se educa bien o mal, y hace de los demás unos bien educados o unos maleducados. Pero siempre hay educación. Y últimamente hay muy mala educación. Y por supuesto, esa educación, ese bagaje, se transmite.

Esa falta de buena educación se pone de manifiesto también cuando la persona se sienta al volante. Y ahí se potencia y se magnifica por aquello que comentábamos de Mister Walker y Mister Wheeler. ¿Inseguridades encubiertas, aislamiento, estrés mal canalizado? Tanto da el motivo. La cuestión es que saltan chispas.

Cuando aquel episodio de dibujos animados vio la luz, en junio de 1950, había una clara diferencia entre el comportamiento de un hombre peatón y un hombre conductor. Hoy, 62 años más tarde, un remake de la historieta nos mostraría al personaje de Goofy igual de cafre fuera que dentro del coche. Mister Walker y Mister Wheeler son ya uno. Han aprendido a ser igual de maleducados sin que les importe el medio de transporte y lo que este les pueda condicionar.

Dejemos un lugar para la esperanza, y miremos hacia esos niños que hacen la fila en el patio del cole tal y como les ordena su profesor. Si cuando salen por la puerta todos y cada uno de nosotros somos capaces de mantener ese principio de Educación a secas, quizá estemos dándole una segunda oportunidad a la casi olvidada cortesía.

Fuente: Circula Seguro