Un ejemplo clásico en una aula de teórica. Un
ejemplo que preguntan siempre los alumnos, si no es que están dormidos o
mentalmente ausentes, cuando el profesor explica la norma general de prioridad
de paso. “Y si vienen coches por todas las calles, ¿quién pasa primero?” Tiene
lógica que lo pregunten, al fin y al cabo buscan límites. Y el profesor
responde entonces con la palabra mágica: “Cortesía“. Y los hay que es como si
les hablaran de la criogenia de la alubia pinta.
Vivimos últimamente en una suerte de sociedad
bipolar que lo mismo echa en falta la buena educación, la cortesía y las buenas
maneras que fomenta todo lo contrario por medio de innumerables inputs que
recibimos ya sin darnos ni cuenta. Y decimos que antes que la Educación Vial va
la Educación a secas. Pero, ¿quién la debe fomentar? ¿Quién le pone el cascabel
al gato?
De José María Quesada, de su libro Conducción al
límite, voy a tomar prestado el ejemplo del carrito del hipermercado. Sí.
Cuenta Quesada, hablando del cambio que experimentamos cuando nos sentamos al
volante (el conflicto entre Mister Walker y Mister Wheeler, ni más ni menos)
que las personas, fuera del coche, incluso un sábado por la tarde y en medio
del gentío del hipermercado, somos capaces de mantener un resquicio de buena educación.
Cito:
“Situémonos en un hipermercado de una gran ciudad
un sábado por la tarde. Colas interminables, pasillos atestados, el carro lleno
hasta los topes y un caos circulatorio digno de un campo de batalla. No es
nuestro mejor momento y nuestro humor no está para muchas bromas. Sin embargo,
ante otro “compañero” que nos impide el paso basta con un «por favor, ¿me
permite?» para que aparte solícitamente su carro con un «perdón, pase usted».
Ambos nos despediremos con una amplia sonrisa en el rostro hasta el siguiente
obstáculo.”
Es curioso, porque el libro fue editado en abril de
2007, y por entonces ya existía Ikea en España… Sea como fuere, no es por
enmendar la plana a uno de los maestros de este país, pero quizá en los últimos
tiempos se ha perdido incluso esa cortesía a la que aludía Quesada. Lo vemos en
el autobús, en la acera, en el ascensor y en la cola de cualquier tienda cuando
descubrimos a alguien que intenta colarse disimulando… para luego protestar
cuando lo pillan in fraganti.
De la pérdida de la cortesía a la desfachatez.
La falta de cortesía, ¿es por la crisis económica?
El siglo pasado culminó con una enorme crisis de
valores que llegó mucho antes que la actual crisis económica. No es que ahora
estemos agobiados por la pérdida del empleo y por eso vayamos perpetuamente
cabreados con el otro. Que sí que estamos agobiados por la situación y vamos
cabreados, claro que sí, pero nuestra falta de buena educación la arrastramos
de antes. No es sólo porque ahora estemos como estamos. Nuestra falta de buena
educación ya venía de antes.
Nótese el matiz. Falta de buena educación.
Desgraciadamente para el caso que nos ocupa, la falta de educación no existe.
Es decir, uno se educa bien o mal, y hace de los demás unos bien educados o unos
maleducados. Pero siempre hay educación. Y últimamente hay muy mala educación.
Y por supuesto, esa educación, ese bagaje, se transmite.
Esa falta de buena educación se pone de manifiesto
también cuando la persona se sienta al volante. Y ahí se potencia y se magnifica
por aquello que comentábamos de Mister Walker y Mister Wheeler. ¿Inseguridades
encubiertas, aislamiento, estrés mal canalizado? Tanto da el motivo. La
cuestión es que saltan chispas.
Cuando aquel episodio de dibujos animados vio la
luz, en junio de 1950, había una clara diferencia entre el comportamiento de un
hombre peatón y un hombre conductor. Hoy, 62 años más tarde, un remake de la
historieta nos mostraría al personaje de Goofy igual de cafre fuera que dentro
del coche. Mister Walker y Mister Wheeler son ya uno. Han aprendido a ser igual
de maleducados sin que les importe el medio de transporte y lo que este les
pueda condicionar.
Dejemos un lugar para la esperanza, y miremos hacia
esos niños que hacen la fila en el patio del cole tal y como les ordena su
profesor. Si cuando salen por la puerta todos y cada uno de nosotros somos
capaces de mantener ese principio de Educación a secas, quizá estemos dándole
una segunda oportunidad a la casi olvidada cortesía.
Fuente: Circula Seguro