22 de septiembre de 2011

Di que no y probablemente ganes más de lo que crees perder

Decir ‘no’ es una de las formas más precisas, eficientes y seguras de evitar hacer algo que no queremos. Algo tan simple se convierte en un verdadero calvario para muchas personas: tendemos a pensar que si decimos que no sin matices estamos siendo como mínimo muy descorteses, que podemos molestar a nuestro interlocutor o que perderemos oportunidades en el futuro. Sin embargo hay situaciones en las que decir ‘no’ claramente, sin tapujos, nos pueden salvar la vida.

Trasladado esto al mundo de la seguridad vial, decir ‘no’ se traduce por convencer a un amigo para que no conduzca habiendo bebido, decir a alguien que está conduciendo de forma peligrosa y que no quieres ir de pasajero en su coche, decir no a una copita “porque hombre, una sola no te va a hacer nada”. Significa mantenerte firme cuando necesitas descansar y te presionan para seguir “porque no llegamos”. En estos casos estoy convencido de que saber decir que no te puede salvar la vida.

¿Por qué todo este despliegue para algo aparentemente tan simple? Porque no todo el mundo es capaz de decir que no, en mi círculo conozco muchas personas que prefieren no decir nada antes que decir que no, incluso en otras facetas de la vida. Si no quieres verte con determinada persona, mejor es decir ‘no’ antes de alimentar falsas esperanzas. Si no te gusta un deporte o una tradición, mejor que se sepa pronto antes de sufrirla por siempre jamás.

Y también es cierto que a todos nos ha pasado alguna vez, pongo la mano en el fuego, eso de notar que estamos ante una situación de riesgo dentro de un coche y, en lugar de pedir que se detenga el vehículo, de no entrar en él, de no ofender a un familiar o a un amigo… lo dejamos pasar pensando “no tiene por qué pasar nada, ya sería mala suerte”. Si, sería mala suerte. Es de esas cosas que cuando no suceden pensamos “lo que podría haber pasado”, pero que si realmente pasan ya puede que no pensemos muchas cosas.

No podemos jugarnos nuestra seguridad porque en un momento dado pensemos que vamos a ser descorteses. Hay muchas maneras de decir no, entre otras las más suaves como declinar la invitación de subir al coche y preferir el transporte público los fines de semana, elegir el taxi y no el coche del cuñado (un saludo a los cuñados, no es generalización sino ejemplo) después de la comilona familiar…

La cuestión es, ¿qué harías si mientras viajas de copiloto ves como el conductor contesta a un SMS en marcha? ¿Y si va despistado por cualquier otra cosa y ves cómo imperceptible va cambiándose de carril sin advertirlo? La solución es bien simple, hay que dar un toque de atención y punto. No estamos para jugarnos la vida ni menos aún para dejar que otros se la jueguen en nuestro nombre. Igual que el slogan de “si bebes no conduzcas”, deberíamos tener muy presente que ante una conducta irresponsable debemos decir ‘no’.