27 de febrero de 2014

Ser peatón no exime del conocimiento de las normas básicas de… supervivencia

Sí, porque ser un peatón a veces puede convertirse en un acto de supervivencia. Y no me refiero a los actos heroicos de algunas personas que cruzan por donde no deben y como no deben y que además, demuestran una terrible falta de educación y solidaridad hacia los demás usuarios de la vía. Más bien lo hago para aquellas que o bien por desconocimiento o simplemente porque no quieren cumplirlas las normas ya que le resulta más cómodo (de estas hemos visto muchas últimamente en estas páginas), ponen en peligro su propia vida.

La DGT ya realizó el año pasado una campaña enfocada precisamente a los peatones, con el fin de reducir el número de atropellos en ciudad que en algunos casos mantiene unos números alarmantes. Pero hoy nos gustaría enfocarnos un poco en más en lo que es la circulación a pie en carretera, algo que para muchos les puede parecer muy lejano o de épocas pasadas pero que se sigue realizando en muchos lugares de España todos los días, sobre todo en zonas rurales.

Y es que fuera de la relativa seguridad de la ciudad, la carretera está hecha y pensada para que por ella circulen los vehículos y no los peatones. Por ello, en cuanto ponemos un pie fuera de la acera, nuestro primer pensamiento debe pasar por un instinto máximo de autoprotección.

¿Y cuál es la mejor autoprotección? Que nos vean siempre, de día y de noche. Hay que circular por la izquierda y de forma que los vehículos nos vean de frente y nosotros los podamos ver a ellos. Claro está que puede haber alguna circunstancia en que esto sea imposible o bien sea más seguro hacerlo por el otro lado de la calzada (imaginemos una carretera con arcén a la derecha y no a la izquierda). En ese caso lo lógico y seguro sería hacerlo por el otro lado, pero siempre con el sentido del oído afinado al máximo para al menos girar la cabeza en zonas conflictivas como curvas o cambios de rasante y ver los conductores que se aproximan.

Si estamos en medio de una de esas famosas “rutas del colesterol”, circular en paralelo puede ser muy peligroso. Aunque lo hagamos en fila india, nos oiremos perfectamente en una conversación y aunque nuestro acompañante haya ido a colegio de pago, entenderá perfectamente que en ese momento será necesario darle la espalda por nuestro bien.


Si tenemos que cruzar la carretera, la precaución debe ser mayor que en ciudad. ¿Cuánto mayor? Pues por lo menos cuatro veces más porque los vehículos pueden venir dos veces más rápido y nos será mucho más difícil calcular la distancia y el tiempo que les llevará llegar hasta nuestra ubicación.


Aquí, al igual que si estamos en una intersección con nuestro vehículo, hay que mirar muchas veces y en caso de duda, vale más perder un minuto que toda una vida. Mirar a la izquierda, derecha y otra vez a la izquierda tiene que ser nuestro mantra en la carretera.

Y por supuesto no hacerlo en zonas peligrosas en las que no seamos visibles a larga distancia tales como cambios de rasante, curvas, zonas con follaje espeso que haga de pantalla o salida de túneles en los que el conductor puede salir cegado por la luz y en la que para nosotros será más difícil calcular la distancia sólo con la referencia de los faros.

Aquí entramos en otro terreno que es el de la falta de visibilidad. Con niebla o de noche, debemos ser muy visibles y utilizar todos los medios que haya a nuestro alcance. Pensemos si se nos puede hacer de noche en la carretera y llevemos con nosotros un chaleco reflectante. Ocupa muy poco y nos puede ser de gran ayuda.


Esto por ejemplo es un problema muy grande en países en vías de desarrollo y sobre todo para los niños que deben recorrer largas distancias para llegar al colegio en el que parte del recorrido lo hacen antes o después de que salga o se ponga el sol. Muchos de ellos fallecen porque los conductores (los cuales también circulan con vehículos viejos, con muy poco mantenimiento y luminarias en mal estado) no los ven con la antelación suficiente.