Sí, porque ser un peatón a veces puede convertirse
en un acto de supervivencia. Y no me refiero a los actos heroicos de algunas
personas que cruzan por donde no deben y como no deben y que además, demuestran
una terrible falta de educación y solidaridad hacia los demás usuarios de la
vía. Más bien lo hago para aquellas que o bien por desconocimiento o
simplemente porque no quieren cumplirlas las normas ya que le resulta más
cómodo (de estas hemos visto muchas últimamente en estas páginas), ponen en peligro
su propia vida.
La DGT ya realizó el año pasado una campaña
enfocada precisamente a los peatones, con el fin de reducir el número de
atropellos en ciudad que en algunos casos mantiene unos números alarmantes.
Pero hoy nos gustaría enfocarnos un poco en más en lo que es la circulación a
pie en carretera, algo que para muchos les puede parecer muy lejano o de épocas
pasadas pero que se sigue realizando en muchos lugares de España todos los
días, sobre todo en zonas rurales.
Y es que fuera de la relativa seguridad de la
ciudad, la carretera está hecha y pensada para que por ella circulen los
vehículos y no los peatones. Por ello, en cuanto ponemos un pie fuera de la
acera, nuestro primer pensamiento debe pasar por un instinto máximo de
autoprotección.
¿Y cuál es la mejor autoprotección? Que nos vean
siempre, de día y de noche. Hay que circular por la izquierda y de forma que
los vehículos nos vean de frente y nosotros los podamos ver a ellos. Claro está
que puede haber alguna circunstancia en que esto sea imposible o bien sea más
seguro hacerlo por el otro lado de la calzada (imaginemos una carretera con
arcén a la derecha y no a la izquierda). En ese caso lo lógico y seguro sería
hacerlo por el otro lado, pero siempre con el sentido del oído afinado al
máximo para al menos girar la cabeza en zonas conflictivas como curvas o
cambios de rasante y ver los conductores que se aproximan.
Si estamos en medio de una de esas famosas “rutas
del colesterol”, circular en paralelo puede ser muy peligroso. Aunque lo
hagamos en fila india, nos oiremos perfectamente en una conversación y aunque
nuestro acompañante haya ido a colegio de pago, entenderá perfectamente que en
ese momento será necesario darle la espalda por nuestro bien.
Si tenemos que cruzar la carretera, la precaución
debe ser mayor que en ciudad. ¿Cuánto mayor? Pues por lo menos cuatro veces más
porque los vehículos pueden venir dos veces más rápido y nos será mucho más
difícil calcular la distancia y el tiempo que les llevará llegar hasta nuestra
ubicación.
Aquí, al igual que si estamos en una intersección
con nuestro vehículo, hay que mirar muchas veces y en caso de duda, vale más
perder un minuto que toda una vida. Mirar a la izquierda, derecha y otra vez a
la izquierda tiene que ser nuestro mantra en la carretera.
Y por supuesto no hacerlo en zonas peligrosas en
las que no seamos visibles a larga distancia tales como cambios de rasante,
curvas, zonas con follaje espeso que haga de pantalla o salida de túneles en los
que el conductor puede salir cegado por la luz y en la que para nosotros será
más difícil calcular la distancia sólo con la referencia de los faros.
Aquí entramos en otro terreno que es el de la falta
de visibilidad. Con niebla o de noche, debemos ser muy visibles y utilizar
todos los medios que haya a nuestro alcance. Pensemos si se nos puede hacer de
noche en la carretera y llevemos con nosotros un chaleco reflectante. Ocupa muy
poco y nos puede ser de gran ayuda.
Esto por ejemplo es un problema muy grande en
países en vías de desarrollo y sobre todo para los niños que deben recorrer
largas distancias para llegar al colegio en el que parte del recorrido lo hacen
antes o después de que salga o se ponga el sol. Muchos de ellos fallecen porque
los conductores (los cuales también circulan con vehículos viejos, con muy poco
mantenimiento y luminarias en mal estado) no los ven con la antelación
suficiente.