Durante los últimos días la Guardia Civil y las
policías de muchos ayuntamientos de poblaciones con más de 25.000 habitantes
han estado intensificando la vigilancia sobre los conductores para verificar su comportamiento
ante los semáforos. Una de las razones es que durante 2011 hubo 806
siniestros con víctimas en zona urbana por saltarse un semáforo en rojo,
representando el 4 % de los siniestros mortales en ciudad, que se dice pronto.
Y otra razón para proceder al control es que eso de
no obedecer al semáforo es todo un deporte nacional, la segunda
infracción más cometida en zona urbana.
En la DGT no
explican cuál es ahora mismo la primera, habrá que imaginar que es el exceso de
velocidad o el estacionamiento indebido, pero sí que dan un dato bastante
preocupante: saltarse un semáforo aglutina el 17 % de las sanciones que se
imponen en ciudad. Poca broma.
Por cierto, que las sanciones son de tipo grave,
conllevan la detracción de 4 puntos y una cuantía de 200
euros. Ah, y para los peatones también hay premio:
los mismos 200 euros que le cuesta a un conductor pasar cuando no hay que
pasar. Les va la vida en ello. Según el Consejo Europeo de Seguridad en el
Transporte, los desplazamientos a pie suponen un riesgo de muerte, por cada
kilómetro recorrido, nueve veces superior a los realizados como ocupante de un
vehículo privado.
Me he saltado el semáforo porque…
El caso es que nos saltamos los semáforos. ¿Por
qué? Sí, ya sé que buscar ese porqué es dar un paso atrás. Lo que habría que
hacer es explicar por qué no hay que saltárselos, glosar las consecuencias de
pasar en amarillo cuando no procede o en rojo, que no procede nunca, y ya. Pero
me resisto a pasar por alto algunas argumentaciones que he oído en ocasiones,
más que nada porque me resultan chocantes. Quizá por reducción al absurdo
ganemos algo de terreno.
Porque no viene nadie. Ya, vale. ¿Y qué? Un
semáforo es una señal como otra cualquiera, hay que respetarla porque es una
señal. ¿No viene nadie o te parece que no viene nadie? Porque son cosas
distintas. ¿Y si adquieres el hábito de saltártelo porque crees que no viene
nadie y viene alguien?
Porque tengo prisa. De acuerdo, entonces
cronometra lo que te dura el semáforo en rojo. Cronométralo y cuando lo hayas
hecho, mira sinceramente si ese tiempo que has estado detenido representa una
gran pérdida en tu día. Si lo vas a recuperar antes de la próxima esquina…
Porque en mi ciudad los semáforos están mal
coordinados. Bien, pero esos son dos temas distintos. Un chaval que cruce
en verde con su bici no tiene la culpa de que el concejal de tu ciudad no haya
sabido resolver mejor tu movilidad. Ve al Ayuntamiento, pero deja tranquilo al
chaval de la bici.
Porque ese de ahí delante me ha hecho frenar y
al final él ha pasado y a mí me ha dejado el semáforo en rojo. Buf, qué
drama. De acuerdo, hay gente muy esperpéntica por el mundo, pero si por una de
aquellas este salto de semáforo acaba mal… ¿qué me estás contando?
Porque no lo he visto. Touché.
Según cómo, a todos nos puede pasar, así que lo único que se puede
decir aquí es… fíjate más. Ojo, siempre y cuando no estemos hablando de un
conductor que se salta siempre los semáforos porque nunca los ha visto,
claro.
Porque no me da tiempo a frenar. Nooo, no,
no, no, no, no. Eso sí que no cuela. Si está en amarillo y no te da tiempo a
frenar en condiciones de seguridad, choques por alcance incluidos, vale. Pero
en rojo ya no cuela, ¡que has tenido toda la fase amarilla para frenar! Conocí
a una chica que llevaba años conduciendo en su país de origen. Se saltaba los
semáforos siempre. Resultó que no sabía ni frenar ni reducir. Y claro, sin lo
uno y sin lo otro, tenía un problema. Cuando le enseñé a hacer ambas cosas fue
la mujer más feliz del mundo, porque le sabía mal saltarse los semáforos.
Y es que, después de todo, eso de incumplir las
normas cuando conducimos nos duele. Si es verdad que como personas huimos del
dolor, ¿por qué no vas a respetar un semáforo?