No por ser algo de Perogrullo, deja de sorprender. El hecho: un hombre que
solicitaba indemnización por los daños sufridos en un accidente de
coche ve cómo esa indemnización le es denegada… porque no llevaba
puesto el cinturón de seguridad. ¿Sorprendidos? Seguramente el único
sorprendido sea el hombre accidentado.
Los hechos ocurrieron en
Portugal, allá por el año 2004, y para mí, más que la noticia en sí, me
interesa la aparente tozudez del accidentado a la hora de reclamar algo que,
por lógica, no le pertenece.
Y es que el sentido común
es el menos común de los sentidos. Ya sea en Portugal o en la Cochinchina,
póngase usted el cinturón. Es como si usted, en pleno alarde, hace malabarismos
con un revólver cargado y bien preparado para dispararse: si se autolesiona no
será por más culpa que la suya. Por proceder de manera negligente. Y, de
acuerdo, los coches no son armas, pero no son una broma.
Una negligencia es un descuido,
o falta de cuidado. Esa es la definición de la RAE, y yo añadiría, además,
que la negligencia podría ser algo involuntario, o bien algo que llevamos a
cabo de forma descuidada siendo muy conscientes de lo que hacemos. Un albañil
subido a un andamio a 10 alturas, sin casco y sin arnés, actúa de forma negligente.
O más bien, irresponsable. No tengo muy claro la diferencia exacta, pero creo
que todos nos entendemos.
Circular sin cinturón de
seguridad está prohibido en España. En Portugal también es obligatorio.
Existen normas, y si un buen hombre (a lo mejor no tanto) se salta a la torera
la norma, lo lógico, lo justo, es que no tenga el aplomo (por llamarlo de
alguna manera) de exigir indemnizaciones y compensaciones por las secuelas de
un accidente que bien podía haber evitado de llevar puesto el cinturón de
seguridad. Y me refiero a los cortes y magulladuras resultado de haber
atravesado el parabrisas tras el impacto.
Ocurre que es muy común
exigir satisfacción aún sin haber cumplido con el sistema. Que las
normas parecen un adorno molesto, pero que los derechos son algo que no se debe
negar a cualquier buen ciudadano. Pero claro, buen ciudadano se puede ser de
forma subjetiva (todos lo somos), o bien de manera objetiva, cotejando nuestros
actos con el conjunto de normas que se titulan “Sociedad”.
Siento mucho las secuelas que
sufrirá este hombre, pero espero que la próxima vez que piense en circular sin
cinturón se refiera al que le sujeta los pantalones.