Al hilo de un interesante artículo sobre la movilidad en las ciudades y el respeto hacia
el peatón escrito por el Dr. Jesús Monclús, he buscado qué es La
ciudad de los niños a la que alude el experto en seguridad vial, y he
encontrado un proyecto del Instituto de Ciencia y Tecnología del Conocimiento
del Consejo Nacional de Investigación italiano donde los niños aprenden a
gestionar su propio entorno.
En La ciudad de los niños, las
ciudades ya no son para los coches sino para los ciudadanos, y los
niños son garantes de que todas las decisiones que afectan a la movilidad
fluyan por los cauces de la convivencia entre los usuarios de la vía y con el
máximo respeto hacia el peatón. El proyecto, iniciado en 1991, es obra de los
italianos Francesco Tonucci y Antonella Prisco, que explican así sus
motivaciones:
La degradación de las ciudades
está provocada, en gran parte, por la decisión de privilegiar las necesidades
de los ciudadanos adultos, hombres y trabajadores como prioridad económica y
administrativa; esto afecta a todos los ciudadanos, especialmente a los más
débiles y a los más pequeños. El poder del ciudadano adulto trabajador se
demuestra claramente debido a la importancia que el coche ha adquirido en
nuestra sociedad, condicionando las decisiones estructurales y funcionales de
la ciudad, creando graves dificultades para la salud y la seguridad de todos
los ciudadanos.
En definitiva, se trata de
conseguir que la Administración baje sus ojos hasta la altura de un niño, uno
de los usuarios más vulnerables de la vía, para no perder de vista a nadie, ya
que el proyecto de La ciudad de los niños establece que una ciudad
adecuada a los niños es una ciudad adecuada para todos.
El proyecto se nutre de
colaboraciones, encuentros e intercambios con profesionales de la psicología,
la sociología, la pediatría, la arquitectura y el urbanismo, tanto en el ámbito
universitario como en los colegios profesionales. También tiene contacto con
profesionales de la política y las administraciones locales, tanto en Italia
como en España y Argentina, países donde tiene presencia el proyecto.
La
autonomía del niño, prueba de una movilidad cívica
Uno de los objetivos principales
de La ciudad de los niños es conseguir que los chavales puedan salir de casa
sin ser acompañados, que puedan encontrarse con sus amigos y jugar en los
espacios públicos de la ciudad. En pocas palabras: recuperar el espacio urbano
para los niños, esto es para los peatones.
Las razones aducidas son
múltiples, y tienen que ver con la deriva que han experimentado los más
pequeños en las últimas décadas, cuando lejos de poder jugar en
espacios abiertos han tenido que recluirse en el interior de los
edificios. La necesidad de tener siempre el control directo de los adultos
impide a los niños vivir experiencias que tienen que ver con la exploración, la
aventura y la sorpresa, y que les da pie a aprender a superar progresivamente
los riesgos necesarios.
Sin ese trabajo de educación de
la persona, explican, el niño crece con graves lagunas en la construcción de
una personalidad adulta, en las reglas de comportamiento, de conocimiento y de
defensa. Visto así, La ciudad de los niños es un proyecto de construcción del
ser humano en un entorno seguro desde el punto de vista vial. Si la base de la educación vial es la educación, con
propuestas como esta se puede educar a los futuros adultos usando la
herramienta de la educación vial.
Una de las pruebas de fuego de
esta movilidad segura consiste en establecer, en colaboración con las escuelas
y las familias, unas rutas infantiles para que los niños
puedan acudir a su centro escolar a pie, relegando el uso del vehículo a un
segundo plano y sin necesidad de ser acompañados por un adulto. Para
conseguirlo, se incorporan las medidas sugeridas por los niños para hacer el
recorrido más seguro y se consensúan las condiciones antes de poner en práctica
el seguimiento de estas rutas seguras.
Poder
para el niño, pero con responsabilidad
El papel del niño es decisivo en
todo el proyecto. Los menores tienen voz en todo lo que afecta
a su propia seguridad, y esto tiene una doble lectura. De un lado, los niños se
implican en las medidas que se adoptan y las hacen suyas. Por otra parte, se
les exige un ejercicio de responsabilidad que les ayuda a crecer como
individuos miembros de una colectividad.
Dentro de ese ejercicio
de responsabilidad, los niños tienen la facultad de denunciar actitudes de
los conductores que atenten contra su seguridad vial, como no permitirles
cruzar la calle en un paso de peatones ya sea porque no se detienen, porque bloquean el paso o porque plantan el coche sobre la
acera (si, ya lo sabemos, es un momentito™). Sin embargo, no se les permite usar sus
boletines de denuncia con otros fines:
¡Importante! Las multas no sirven
para jugar como si fueras un “pequeño policía”. No se pueden utilizar en casos
de mal aparcamiento, ni tan siquiera para señalar alguna infracción en los
espacios reservados a las personas discapacitadas. Esto es trabajo de la Policía
local. Las multas de los niños se utilizan para protestar contra los adultos
que no respetan el derecho de los peatones, a utilizar las aceras y los pasos
de peatones sin obstáculos.
Otro punto donde incide el
proyecto tiene que ver también con la observación del mundo adulto… esta vez
fijándose en los propios padres del niño. De forma parecida a lo que propone el programa de los agentes cebra, en La ciudad de los niños
los pequeños consejeros del Consejo de niños invitan a todos los niños a reeducar
a sus padres para que respeten los derechos de los peatones, ya sea
con avisos verbales o con un dibujo que recuerda que en la ciudad el peatón
debe ser lo primero: