Un año más, nos
acercamos a la Navidad, esa época que nos hace vivir una amalgama de
sensaciones. Alegría, felicidad, nostalgia, tristeza, depresión. Hay de todo en
Navidad, cada uno vive esta época a su manera, buscando ese difícil equilibrio
entre la celebración y las ganas de que todo haya pasado ya para volver a la
rutina que nos da sensación de seguridad, de que por fin todo vuelve a ser como
siempre.
Y mientras
todo eso sucede, la siniestralidad vial se cierne sobre el
aumento de desplazamientos propios de estas fechas. La DGT se
encargará de elaborar notas de prensa que los medios difundirán para
recordarnos, un año más, que hay que ir con ojo en la carretera. De
forma paralela, aquí y allá se escuchan consejos genéricos: cuidado con el
tráfico, no bebas, usa el cinturón.
Pero, ¿por qué
es necesario hacer hincapié, una vez más, en los riesgos del asfalto?
Comencemos por
el principio, aunque a veces nos parezca algo demasiado básico y casi evidente.
Hace ya años, tuve un profesor de Economía que me amonestó por usar el adjetivo evidente en
un informe: “Lo que para ti es evidente quizá no lo sea para los demás”, me
dijo, y tenía toda la razón del mundo. Comencemos desglosando el principio, eso
que para algunos es evidente y para otros, precisamente porque no lo es, se
convierte en la causa de su siniestro vial.
No son casuales sino causales
La
siniestralidad vial es una lacra, todo un quebradero de cabeza para las
sociedades del mundo entero. Sin embargo, que sea una lacra no significa que
los siniestros sean algo inevitable, que sean fruto del azar o de extrañas
maquinaciones del destino. No son casuales.
Cogerás el
coche y morirás, como en una maldición de cuento infantil, con su bruja
Piruja y su cesto de manzanas rojas en forma de coches que se estrellan en
mitad de la Nochebuena. Tuvo mala suerte, se comió un árbol, como
si el Gordo de Navidad le hubiera caído encima y lo hubiera dejado sepultado en
la nieve. Como si hablásemos de… accidentes, de sucesos que no se
pueden prever. Ocurrió y ya está.
Pues no. Ni
magia ni suerte: factores de riesgo. Fuera de los factores de riesgo sí que
hablaríamos de algún que otro accidente, asuntos casi propios del azar (casi). Iba
conduciendo y le sorprendió una nevada de la que nadie le avisó, patinó y tuvo
un accidente imprevisible. Bueno, se puede aceptar. Pero de ninguna manera
sería accidente salir con el coche cuando la nieve ha comenzado ya a cubrir las
carreteras. En el primer ejemplo hay una cierta casualidad (y aun así…); en el
segundo, causalidad.
Factores de riesgo y causas del siniestro
Hay, pues, factores de
riesgo. Algunos dependen directamente del conductor: alcohol y otras drogas, enfermedades y medicamentos, fatiga, cansancio y sueño, atención y distracción, velocidad inadecuada.
También quedan
asociados quienes controlan estos factores, como la Policía en el caso de los
controles de velocidad o de alcoholemia, por ejemplo. Si no hay controles de
velocidad en los puntos negros, difícilmente se controla ese factor de riesgo
allí donde quizá resulta más necesario. Por ejemplo.
Otros factores
se asocian al vehículo, pero en su mayor parte dependen bien del conductor,
bien del propietario del vehículo, e incluso de quienes han intervenido sobre
el vehículo: fabricante, mecánicos, inspectores de vehículos… Hablamos de
problemas relacionados generalmente con neumáticos, frenos y suspensión.
¿Y los
accidentes por fruto del azar? Bueno, quizá si de repente se parte un
palier sin causa aparente… ¿De verdad se puede partir un palier sin causa
aparente? Ahora he recordado una anécdota que nos explicaba un profesor de
Mecánica. Un palier roto en un coche que cada día quedaba aparcado junto a la
costa. El salitre se había comido el palier del lado más
cercano al mar. El otro estaba bien.
Otros factores
se asocian a la vía, con su señalización y su climatología (sol, lluvia, nieve, viento). En el ejemplo del señor
que había fallecido por salir con su coche a la calle y le sorprendió la
nevada, habría que ver en qué estaban pensando los hombres del tiempo de
nuestro país y los medios de comunicación. Bueno, sí, quizá por esa razón hay
meteorólogos que se curan en salud y nos hacen esperar el armagedón de la nieve
cuando en realidad no hay razón para tanto.
El caso es que
hay factores de riesgo, no cuestiones de magia o azar; y el caso es, también,
que detrás de cada factor de riesgo hay seres humanos. Y como son humanos,
pueden fallar. Es entonces cuando sobreviene el siniestro: cuando las
circunstancias superan las capacidades que tiene el ser humano que hay detrás
del factor de riesgo o factores de riesgo concurrentes, porque más que causal… la
siniestralidad vial suele ser multicausal.
Contra el factor de riesgo, la medida preventiva
Tenemos ya el
esquema de los factores de riesgo y tenemos ya planteada la cuestión del errare
humanum est aplicada a la carretera. Además, tenemos que la
siniestralidad difícilmente viene por un solo factor de riesgo. Un
conductor con alcoholemia en un día lluvioso y con los neumáticos sin presión
de inflado suficiente. O un conductor que está al 100% con un coche
recién sacado de fábrica que se enfrenta a un cruce sin visibilidad donde la
señal de stop queda oculta por las ramas de un árbol.
¿Quiere todo
decir esto que como hay tantos factores de riesgo en suspensión y tanta humanidad suelta
podemos acabar mal el día cuando vamos a bordo de un vehículo?
Ha llegado el
momento de hablar de las medidas preventivas, que son nuestra
herramienta para combatir los factores de riesgo: si bebes, no conduzcas. Si
ves que vas demasiado rápido o demasiado lento, adecúa tu velocidad. Si temes
por el estado de tus neumáticos, casi que los revises. Si nieva a lo bestia, tómate un caldo. Y así, con cada
factor de riesgo.
Quizá, después
de todo, sea esa la razón por la que los hombres del tiempo de nuestro ejemplo
de antes se curaban en salud. Quién sabe. Lo que está claro es que las medidas
preventivas nos ayudan a combatir los factores de riesgo. Por eso, cada campaña
de lucha contra un factor de riesgo (más de uno no, por favor, que perdemos el
foco) debería ir acompañada de la correspondiente medida preventiva.
Por eso, un
eslogan como “Si bebes, no conduzcas” es redondo.
La falta de conciencia de riesgo es un riesgo
Y tras
explicar lo (casi) evidente, llegamos por fin a la cuestión de fondo. ¿Por qué cada
año, todos los que hablamos sobre Seguridad Vial, tenemos que volver a explicar
todo esto? Muy sencillo: porque si no lo hacemos, habrá alguien más que perderá
la vida en la carretera. Y ahora ya tenemos claro que perder la vida en la
carretera no es cuestión de azar sino de saber identificar los factores de
riesgo y anteponer la medida preventiva más adecuada según el caso.
¿Cuál es el
principal problema de la siniestralidad vial en estas fechas tan
señaladas? Ni más ni menos que la falta de conciencia de riesgo.
Tenemos tan asumido que salimos de casa con el coche para estar allí a
las dos del mediodía, que ni se nos pasa por la cabeza anteponer medidas
preventivas a cada factor de riesgo que se nos presenta por el camino.
El problema de
fondo es que damos por supuestas demasiadas cosas, en vez de trabajar por
ellas.
Es por eso, y
no por meter miedo a nadie, que conviene tener presentes los factores de riesgo
propios de la conducción, anteponer las correspondientes medidas preventivas y,
haciendo un ejercicio de principio de confianza, esperar que los demás hayan leído
también este artículo, no vaya a ser que sean ellos los causantes de un
siniestro vial.