20 de marzo de 2012

Tú que miras

La conducción es, posiblemente, una de las actividades en que más importante resulta tener la mayor cantidad de información posible de nuestro entorno. Sencillamente, porque en coche nuestra posición cambia muy aprisa. La vista es, sin duda alguna, la herramienta más poderosa que tenemos para recabar información de nuestro entorno.
Sin embargo, aunque usar la vista parece fácil porque llevamos toda la vida haciéndolo, como (casi) todo requiere cierto entrenamiento. Sobre todo, a la hora de vernos en una situación tan antinatural como estar a los mandos de un vehículo. ¿Recordáis lo insistente que era vuestro profesor explicando a dónde teníais que mirar?
Antes de ponernos tras un volante por primera vez, llevamos años y años caminando. A pie, todo es distinto. Basta con mirar unos cuantos pasos adelante para no tropezar contra nada. Si atisbamos un obstáculo a un escaso metro, podemos parar en seco o dar un salto a un lado para esquivarlo.
No obstante, la circulación es todo otro mundo. No sólo por la velocidad en sí, sino por la menor maniobrabilidad del vehículo. Con el agravante que, además, si ocurre cualquier cosa las consecuencias son muy graves.
Quizá uno de los aspectos más importantes sea aprender a utilizar la visión periférica para estimar las distancias laterales. La capacidad de hacerlo nos permite no tener que fijar la mirada sobre cualquier vehículo aparcado que veamos.
Nuestra reacción natural es fijar la mirada sobre cualquier cosa que destaque. Se debe a la propia naturaleza del ojo. En la retina tenemos una pequeña zona (llamada fóvea) donde la densidad de bastones y sobre todo conos es muy superior al resto. Para explotar al máximo esta zona más sensible de la retina, solemos girar los ojos de forma que las imágenes de aquello que centra nuestra atención se forme sobre la fóvea.

Podéis hacer un pequeño experimento. Estirad los brazos hacia los lados, en cruz, y fijar la vista al frente. La visión periférica no es lo suficientemente como para ver claramente las manos (nada de girar los ojos, ¿eh? vista al frente). Sin embargo, si agitáis la mano hacia arriba o hacia abajo entonces ese movimiento sí lo detectaréis.
El ángulo en el que podemos ver nuestras propias manos va decreciendo con la edad. De jóvenes, podemos verlas, incluso, aunque estén un poco por detrás de la altura del hombro. Al crecer, cada vez tenemos que mover los brazos un poco hacia adelante. Notaréis que debéis hacer un gran esfuerzo para evitar el acto reflejo de desviar la mirada hacia allí; ese es nuestro instinto.
Volviendo a la percepción durante la conducción, aprender a utilizar la (¿poca?) información que proviene de la visión periférica es esencial. Lo podemos comprobar en la imagen central del artículo, creada por los investigadores de la universidad de Zürich mediante tecnología de seguimiento ocular (eye tracking). Comparamos conductores noveles (izquierda) con veteranos del asfalto (derecha). Los dos puntos numerados en cada imagen representan la dirección de fijación de la mirada del conductor con una separación de medio segundo.
Como veis, la mirada de los conductores noveles es muy dispar, aunque todos se centran en la zona inmediatamente por delante del vehículo. En la primera imagen (puntos 9 y 10), el novato se centra en los metros que hay justo el morro del coche. El de la segunda imagen (11 y 12), se obsesiona con el coche aparcado a la derecha, dejando de prestar atención a su carril. Por último, el de la tercera imagen tiene que comprobar directamente los límites de la calzada, desviando la mirada a lado y lado.
Por contra, en la columna de la derecha, todos los conductores experimentados centran su mirada en la curva que hay más allá del vehículo aparcado. No sólo porque la curva condiciona su trayectoria, sino porque es de donde puede venir el mayor peligro: un vehículo en sentido contrario. Todos consiguen calcular la distancia entre muro y vehículo aparcado simplemente con la visión periférica.
La única excepción es una de las miradas del primer conductor, que se desvía muy a la derecha (punto 9). Mi interpretación es que estaba mirando al retrovisor interior, algo muy importante si rebasar al vehículo aparcado le obliga a desplazarse algo a la izquierda.
Como veis, aunque sea peor que la visión central basada en la fóvea, nuestros ojos son capaces de darnos suficiente información periférica. Aprender a utilizarla, sin desviar la atención de lo más importante que un conductor aprende con la experiencia. Haciendo introspectiva, yo noto esa evolución en mí. Y tú, ¿dónde miras?