22 de enero de 2014

Patología del cinturón de seguridad



El cinturón de seguridad es el sistema de seguridad activa más efectivo de todos los que se han inventado para los automóviles hasta el momento. Habrá discusiones, y es cierto que no es infalible (porque nada lo es), pero las cifras son las que son: sin cinturón de seguridad habría todavía más muertos en accidentes de tráfico o lesiones más graves.

Hay que tener presente que la función del cinturón de seguridad es retener a los ocupantes del vehículo lo más pegados al asiento posible, evitar o reducir los golpes contra elementos del interior del coche y evitar que salgan despedidos fuera del mismo. En muchos países su uso es obligatorio, y en España también, en todo tipo de carreteras, urbanas e interurbanas, y en todas las plazas del coche, tanto delante como detrás.


El cinturón de seguridad pasó de la aviación a la automoción. Los primeros eran de dos puntos de anclaje. En primer coche en montar cinturones de seguridad fue el Tucker Torpedo de 1948, o al menos el primero en proponerlo, pues se fabricaron muy pocas unidades. Fue en 1959 cuando se inventó el cinturón de seguridad de coche de tres puntos de anclaje, en esencia el mismo que seguimos utilizando hoy en día. Se lo debemos a un ingeniero de Volvo.

Para que el cinturón de seguridad sea más efectivo debe de ir bien colocado. La banda horizontal del cinturón debe coincidir con la parte baja del abdomen, quedando ambos extremos, izquierdo y derecho sobre los huesos de la cadera. Que la banda esté por encima de la barriga no es apropiado. La banda diagonal debe de cruzar el tórax y el extremo superior debe coincidir en mitad del hombro, ni más abajo, ni más arriba. Se debe evitar que coincida sobre el cuello, para ello se regula su altura sobre el pilar B, el montante intermedio del coche.

El cinturón de seguridad debe de quedar ceñido a nuestro cuerpo, pero sin que nos apriete tanto como para que nos no deje la movilidad suficiente para conducir o vayamos incómodos. No debe de quedar holgado pues pierde efectividad, debido a que en caso de deceleración brusca se pierde un tiempo muy valioso en tensar y recoger el exceso de cinturón y cuando nuestro cuerpo se llega a retener ha avanzado más distancia hacia adelante fruto de la inercia de la que sería deseable.





Con el uso y los años pueden surgir problemas

Como cualquier otro elemento, para que el cinturón de seguridad siga siendo lo más eficaz posible hay que cuidar de que permanezca en un estado óptimo. Es casi inevitable que con el uso y el paso de los años pueda deteriorarse y puedan surgir algunos problemas.

Uno de los más habituales tiene que ver con el sistema de auto-enrollado o recogido del cinturón cuando nos lo quitamos, que también lo tensa ligeramente para que se ajuste a nuestro cuerpo cuando lo llevamos puesto. Es el sistema denominado como carrete inercial.

Dentro del carrete hay un resorte que se encarga de tirar del cinturón para enrollarlo y que quede recogido, y no colgando extendido. Pues bien con los años este sistema puede perder fuerza y dejar de realizar su función. Esto que puede parecer una tontería, y que solo nos afectaría desde un punto de vista de la comodidad, no lo es, y también afecta a la eficacia y seguridad.

Cuando nos ponemos el cinturón, si este no se tensa, y se queda con mucha holgura, como hemos explicado antes, no nos retiene con la misma efectividad. Si estamos siempre atentos y no nos olvidamos de ello, podemos apañarnos tensando nosotros mismos a mano el cinturón, ayudando a que se recoja y nos quede ceñido.

Este problema puede ser debido a dos causas, o bien acumulación de suciedad, sobre todo polvo, en el carrete de recogido, o bien porque el resorte que se encarga de aplicar la fuerza para que se enrolle ha perdido elasticidad y tensión.

Algo que deberíamos hacer cada cierto tiempo es limpiar por ambas caras el tejido de la banda del cinturón de seguridad. Con un cepillo no muy duro se puede retirar bien el polvo. Si utilizamos un aspirador con cepillo tanto mejor. Si el cinturón está muy sucio se puede emplear una bayeta que no suelte pelusas o una esponja suaves humedecidas en agua con algo de limpiador jabonoso “neutro” (o sea, un limpiador que no sea muy fuerte, por ejemplo unas gotas de lavavajillas diluidas en agua pueden servir).

Si limpiamos el cinturón con agua, debemos secarlo bien antes de que se enrolle. En el mercado hay algunos productos que dicen lubricar los cinturones, sin manchar, y repeler además el polvo. En principio los fabricantes de coches no recomiendan utilizar ningún tipo de producto químico más allá de un jabón suave, y nunca usar productos corrosivos o disolventes.

Si la limpieza no es suficiente para mantener en correcto estado el sistema de auto-enrollado, no quedará otro remedio más que cambiar la pieza en cuestión por una nueva. Lo recomendable es acudir a un taller.



No hay que dudar en sustituir un cinturón si se detectan daños

Otro de los problemas que puede aparecer es el desgaste, roce o deshilachado del tejido de la banda del cinturón de seguridad. El uso frecuente y el roce con ciertos elementos, pueden hacer que aparezca alguna zona dañada. Por ejemplo puede producirse por el roce del cinturón contra una cremallera metálica de un abrigo, o contra la hebilla de un cinturón, o el daño fortuito producido si un día pillamos el cinturón con la puerta al cerrar (que puede pasar sin querer, pero pasa).

La recomendación es observar toda la banda del cinturón cada cierto tiempo, y en todas las plazas del coche, para localizar posibles daños de esta índole. Es difícil evaluarlo, pero si se encuentra algún daño así, lo mejor es consultar con el taller, y si es preciso se deberá cambiar el cinturón entero. Este tipo de daños reduce la sección resistente del cinturón, y puede implicar que ante una retención muy fuerte la banda ceda y no soporte el mismo esfuerzo. Es mejor prevenir que lamentar.

Son algo menos habituales los daños relativos a los anclajes del cinturón, pero nunca está de más echarles un ojo de vez en cuando. En el lado exterior, en la parte inferior, suele haber un tornillo o barra de anclaje. Por mero control visual podemos ver si hay alguna holgura anormal o problema.

También conviene fijarse en el anclaje interior, es decir el cierre donde se introduce y engancha la hebilla metálica. Conviene comprobar que la hebilla entra sin dificultades, y que se queda enganchada oyéndose el “click” característico. Se pueden dar unos tirones para comprobar que no se suelta sin más. También hay que verificar que el botón de desanclaje funciona bien al pulsarlo, rápido y sin atascarse, para poder soltarse el cinturón con rapidez si fuera necesario.




Por último, es recomendable probar que el sistema de retención del cinturón, el que se correspondería con la parte superior detrás de nuestro hombro, aunque oculto a la vista realmente llega hasta abajo, funciona, bloquea y retiene el cinturón si damos un tirón con la mano o simulamos con el cuerpo que nos vamos hacia delante como pasaría en una frenada.

Si detectamos cualquier problema en alguno de estos puntos, debemos acudir a un taller y se deberá sustituir la pieza defectuosa. Es una cuestión de seguridad propia en la que no deberíamos escatimar.


Por último debemos tener presente que si hemos sufrido un accidente, aunque no sea muy grave, como un frenazo muy brusco, o un pequeño alcance, que haya podido suponer una tensión muy alta sobre la banda del cinturón, puede haberse producido una extensión del tejido que también lo daña, y tiene que cambiarse. Del mismo modo, si nuestro coche monta un sistema de tensores pirotécnicos, hay que mirar si se han disparado y en tal caso sustituirlos, pues son de un solo uso. En los dos casos la recomendación es acudir al taller.
Fuente: Circula Seguro