27 de junio de 2011

Educación vial para niños (8): en bus, en tu sitio y tranquilito

Si la semana pasada  se explicaba cómo educar el comportamiento de nuestros hijos cuando viajan en coche, hoy nos centraremos en un vehículo algo más grande: el autobús. El transporte colectivo por excelencia, que una criatura se verá obligado a tomar no sólo cuando se desplace por la ciudad con sus progenitores, sino también cuando salga de excursión en su colegio.

Desde el punto de vista de la educación de un proto-adulto, el autobús representa un reto doble. Por un lado, no deja de ser un medio transporte, con todo lo que ello implica (que ya llevamos ocho artículos viéndolo). Por el otro, el autobús es un ambiente social, donde el niño o niña se ve obligado a compartir un espacio reducido con multitud de desconocidos.

En este sentido, es importante hacerle entender que, al contrario que en el vehículo privado, ni él o ella ni sus progenitores son los dueños del sitio. No siempre es posible elegir el lugar que se ocupa. Incluso a veces no es posible encontrar un asiento libre. Si este es el caso, debemos enseñarle a mantener el equilibro, agarrándose en las barras dispuestas a tal efecto. Debemos prevenirlo de los diferentes zarandeos y aceleraciones que suelen agitar el viaje, incluyendo la última sacudida que se produce al frenar.

Precisamente por compartir el espacio con un montón de desconocidos, todos ellos con el mismo derecho de estar allí que él mismo (algo a menudo difícil de entender para los peques), el comportamiento debe ajustarse no sólo a la seguridad vial, sino también a la sociedad. El titular de hoy lo describe muy bien, en mi humilde opinión: en tu sitio, y tranquilito.

Al hablar de los viajes en coche, se recomendaba proporcionar algo de diversión variada a nuestros pequeños para ayudarles a hacer más soportable el viaje. En autobús, este consejo sigue siendo igualmente válido. A tal fin, la mayoría de viajes de largo recorrido, tanto en de línea como los fletados en ocasión de excursiones, suelen proyectar alguna película, que nunca viene mal. Pero nunca está de más prever algún complemento, por aquello de ser previsores.

Esto no es así en los viajes más cortos de los autobuses urbanos. Pero la brevedad del viaje no evita que pueda hacersele muy duro al pequeño, sobre todo si la afluencia de pasajeros le hace estar incómodo. Además, en estos casos es bastante más difícil que llevemos encima algún elemento de entretenimiento para especifico para el chiquillo. Pero carecer de atezo no es excusa, siempre podemos explotar, y potenciar, el activo más importante de cualquier crío: la imaginación. Por ejemplo, podemos pedirle que invente una historia acerca de lo que hacen las diferentes peatones que el autobús deja atrás

Alternativamente, podemos aprovechar el desplazamiento para que la personita a nuestro cargo empiece a conocer sus alrededores. Poco a poco, expandir su mundo. Que las fronteras de su conocimiento vayan más allá del hogar y el colegio. El día en que pueda empezar a moverse por si mismo probablemente esté muy muy lejos, pero nunca es pronto para adelantar trabajo. Y si por desgracia algún día se pierde, conocerá su población algo mejor.

Con esto, ya hemos visto cómo enseñar a nuestro legado más importante a comportarse circulando tanto a pie en los diferentes tipos de vehículos, desde bicicletas, motos, coches y hoy autobuses. Pero, por suerte, no estamos solos en la enorme tarea de crear una mente adulta que circule por la vía pública de forma segura y eficiente.