Qué cicatrices dejan las heridas
emocionales que sufrimos en nuestra infancia
Todos tenemos cicatrices
emocionales, aunque intentemos ocultarlas. Es curioso cómo las heridas que
más persisten frente al paso del tiempo no son las heridas físicas. Poco nos
importa esa cicatriz en la rodilla del día en el que nos caímos de la
bicicleta. Duele más y por más tiempo, esa palabra de nuestra madre o de
nuestro padre que se hundió en nuestro corazón, para
siempre.
Esas son las llamadas heridas
emocionales, esas heridas sutiles, invisibles, que dejan sin embargo un
terrible castigo y que perduran ya para siempre en nuestra edad adulta. Descubre
cuáles son las 8 heridas emocionales que permanecen en tu hijo cuando crece.
Estas son las 8 heridas
emocionales que permanecerán en tu hijo aunque crezca
Intentamos ser los mejores
padres, de eso no hay duda. Y cada uno lo intenta de la mejor forma posible.
Todos sabemos que la mejor educación de los hijos debe llegar por medio
del amor. Que no debemos olvidar establecer una serie de normas y límites y
que, aunque nos duela, debemos emplear en numerosas ocasiones el No ante muchas
de las peticiones de nuestros hijos.
Pero todos cometemos errores, y
en algunos casos, son errores cuya herida deja una inmensa cicatriz en nuestros
hijos. Pero como no se ve, no somos realmente conscientes de ello. Intentemos
evitar en la medida de lo posible todas estas heridas emocionales para
evitar el mayor número de cicatrices futuras en nuestros hijos:
- La humillación. Cada vez que le dices a
tu hijo cosas como '¡No seas tan
torpe!' o '¡Pero mira que eres malo!', le estás humillando. Un
niño humillado por sus padres crecerá con una terrible herida en su
autoestima. Si las personas que más quiere, en las que confía, le
reprochan constantemente aquello que no hace bien, sus pequeños errores,
su incapacidad para hacer ciertas cosas... o resalta cualquier pequeño
defecto que pueda tener, estará minando para siempre la confianza del niño
en sí mismo. Cuando crezca, será terriblemente tímido, se sentirá
inferior a los demás, o por el contrario, intentará hacer lo mismo que
sus padres hicieron con él, convirtiendo a los demás constantemente en
foco de burlas, llamando la atención mediante un comportamiento inadecuado
o intentando 'camuflar' su baja autoestima bajo una falsa máscara
de prepotencia y tiranía hacia los demás.
- Ausencia de los padres. No hay un
sentimiento más desolador para un niño que el sentirse abandonado. Cuando
siente que sus padres no están, se siente
'abandonado'. Esto le genera un vacío y una serie de miedos con
los que tendrá que luchar el resto de su vida. Muchos de los niños que no
se sintieron queridos de pequeños, que se sintieron abandonados por sus
padres, se pasan el tiempo, durante su edad adulta, buscando emociones
fuertes, actividades de riesgo... al tiempo que rechazan el cariño y
contacto físico. Además, tendrán problemas para entablar
relaciones estables y trabajos o proyectos duraderos.
- La injusticia. Sabemos que la justicia es
algo que cambia en los niños según sea su edad. Así, mientras que para un
niño muy pequeño de apenas 3 años, todo lo que no sea atender sus
necesidades y apetencias es 'injusto', para un niño de unos 8 años, es
mucho más injusto que él reciba un castigo por algo que hizo o no hizo y
que su hermano no lo reciba por un mal que considera 'similar'. Pero, más
allá de esas percepciones de los niños, sí hay hechos justos o injustos.
Por ejemplo, hacer con frecuencia regalos a uno de los hermanos y al otro
no, tratar a los hijos de forma diferente, tener preferencia por uno de
los hijos y que el resto lo note... El sentimiento de injusticia hará que
tu hijo, cuando crezca, intente ser lo más rígido posible con
todos: alguien autoritario, terriblemente perfeccionista y exigente
consigo mismo y con los demás. Muy poco dado al sentido del humor, será un
adulto ante todo, racional. Tendrá problemas para canalizar sus
emociones.
- La traición de sus padres. Para un
niño, la traición de sus padres es sin duda la más dolorosa. A veces nos
ocurre, como padres, que lanzamos al aire promesas, sin darle demasiada
importancia. Luego no las cumplimos. Para nosotros parecerá una tontería,
pero para los niños esto tendrá una terrible consecuencia. Para ellos
significará que no puede confiar en sus padres, porque le han
defraudado. Las promesas se cumplen. Si
tu hijo se siente constantemente defraudado por sus padres, crecerá con la
sensación de que no puede confiar en nadie. Por eso, se convertirá
en un adulto terriblemente controlador, que no deje
absolutamente nada a merced de la improvisación. Controlador y
perfeccionista, terminará siendo muy exigente con los demás. Será incapaz
de delegar responsabilidades y por supuesto, huirá constantemente de la
soledad.
- Sentirse rechazado. El rechazo, como la humillación,
es una auténtica mina para la autoestima. Si un padre habla constantemente
de su hijo como 'un estorbo', o le hace creer 'que no es el hijo que él
esperaba', el niño terminará creyendo que de verdad es un estorbo. Cuando
el niño siente que a sus padres 'no les gusta como es' por cualquier cosa,
se sentirá rechazado. De mayor, tendrá una gran dificultad para expresar
sus emociones. El miedo constante al rechazo le convertirán en un
adulto incapaz de entablar relaciones personales estables. Preferirá
la soledad.
- Anular las emociones de los niños. Ese
'No llores por tonterías' o el 'Nada de enfadarse por tontunas' hacen más
daño a tu hijo del que imaginas. El rechazo de las emociones trastocan por
completo la inteligencia emocional en la infancia. Si prohibes al niño
llorar, sentir ira o miedo, estarás anulando sus emociones
básicas. De mayor, será incapaz de gestionar sus emociones porque no
aprendió a hacerlo de pequeño, y se mostrará como un adulto frío y
terriblemente racional, o por el contrario, al no ser capaz de controlar
las emociones, puede que se transforme en un adulto demasiado
impulsivo, incapaz de dominar sus momentos de euforia, pánico o ira.
- Arrebatarle la infancia. Algunos padres
exigen responsabilidades de adulto a los niños. Esos niños que trabajan
con 8 años, o aquellos que deben cuidar de sus hermanos siendo ellos aún
niños, niños a los que se les exige sacar siempre
las mejores notas, a los que se les castiga si no son capaces de sacar
la mejor puntuación en todo lo que hacen... El sentir
responsabilidades de adultos o una presión demasiado grande por parte de
sus padres les hace madurar antes de tiempo y les priva de una infancia
que jamás recuperarán. Esto les genera una frustración que, ya durante la
etapa adulta, se transformará en falta de confianza en sí mismos y
en algunos casos, desilusión por la vida.
- La falta de afecto. Muy similar a la sensación de ausencia de los padres, cuando no se da suficiente cariño a un hijo, experimenta cierto retraso en el crecimiento, tanto físico como emocional. De mayor tendrá muchos problemas para relacionarse con los demás, porque será incapaz de mostrar sus emociones. La falta de afecto de los padres anulan en el niño el sentimiento de afecto hacia los demás, de empatía y compasión.
Fuente:guiainfantil.com