Hace muchos años, cuando los
coches no eran como los de ahora, lucían en los salpicaderos unos curiosos
marcos de fotografía donde los conductores podían ver a sus seres queridos
sobre una inscripción que rezaba: “Papá, no corras”. Hoy, el ruego
casi se podría cambiar por “Papá, no te distraigas”, a la vista de
lo que revela un estudio de la consultora OnePoll.
Nos distraemos al volante,
y eso lo ven mejor que nadie nuestros acompañantes. El 45 % de los 500 chicos
entrevistados para la ocasión, chavales de entre 4 y 16 años de edad,
explicaron que sus padres no se concentraban lo suficiente cuando se ponían al
volante. Incluso un 20 % comentaron que sus mayores usan el teléfono móvil
mientras conducen.
Hasta aquí, la noticia más
positiva posible. Los niños y no tan niños ven que sus padres hacen cosas por
las que luego alguien les pregunta en una encuesta. ¿Significa que eso sea una
denuncia de los menores hacia sus progenitores? En este caso al menos, no.
¿Dónde está el problema? En que
los chicos encuestados manifiestan, en un 98 % de los casos, que están
satisfechos con el estilo de conducción de sus padres, y el 94 % de
los muchachos se sienten seguros al viajar en coche con ellos.
En cuanto a diferencias por género, un 49 % se decanta por el estilo paterno
mientras que el 39 % prefiere a su madre como conductora.
¿Adónde nos lleva esto? A la
normalidad con la que los chicos aceptan las conductas de riesgo de sus padres.
En Circula Seguro siempre hemos defendido la idea de que ellos hacen lo
que ven hacer, como en aquel vídeo que
ya hemos usado varias veces aquí:
Por lo tanto, no nos engañemos.
Que los niños y jóvenes vean que los comportamientos de sus padres no son los
más adecuados desde un punto de vista de la seguridad vial no supone, de
momento, que estos testimonios sean críticos con lo que sucede a su alrededor.
Quizá incluso suceda lo contrario: que se banalice el tema de la seguridad si
no se afronta de una forma metódica.
Y sabemos que un joven que no
tiene conciencia de riesgo se convierte en un joven en situación de riesgo. Hace un par de años
mencionábamos un estudio de FUNDACIÓN MAPFRE en el que un 61% de los
conductores jóvenes veían muy poco probable la posibilidad de pasar a formar
parte de la siniestralidad vial. Si ahora sabemos que casi la mitad de los
niños y jóvenes ven actitudes poco seguras y las dan por aceptables, todo
parece indicar que nos encontramos ante un panorama que por el momento no
mejora.
La educación vial,
para estos casos, es mucho más que necesaria. Sólo con una debida actuación
sobre los valores que mueven a los chavales, y también a sus padres, se puede
dar la vuelta a la situación. Por eso, más que preguntar a los niños por cómo
está el problema, quizá valdría la pena ahondar en proyectos como el de los Agentes Cebra, que van en la línea de trabajar todos a una
por la mejora de la seguridad vial en el seno de la familia.