La tecnología avanza que da gusto, y en el coche tenemos cada vez más
dispositivos y sistemas que contribuyen a la prevención de accidentes.
Es el caso de las tecnologías de reconocimiento facial, que pueden servir para detectar los efectos de la somnolencia en el conductor o para detectar si estamos felices o, por el contrario, enfadados o con un estado de ánimo no recomendable para conducir.
Es el caso de las tecnologías de reconocimiento facial, que pueden servir para detectar los efectos de la somnolencia en el conductor o para detectar si estamos felices o, por el contrario, enfadados o con un estado de ánimo no recomendable para conducir.
Igual que no es recomendable
coger el coche si hemos ingerido alcohol, ciertos medicamentos o cualquier
droga, tampoco lo es sentarse al volante víctima de una frustración, un gran
estrés o un enfado de esos explosivos. Nuestras reacciones no serán
las mismas, podremos poner en peligro a otros conductores que estén en nuestro
entorno, y probablemente la atención que pondremos en el asfalto será
considerablemente menor. El estado de ánimo puede determinar una respuesta
inadecuada ante cualquier evento ajeno a nosotros.
Las
distracciones son una de las causas de accidente más frecuentes
El asunto viene de lejos. En 2007
las distracciones eran la segunda causa de mortalidad en España, y quizás lo
peor de las distracciones es que las de los demás también son mi problema: rara vez
circulamos en solitario.
Los fabricantes de coches están
poniendo cada vez más énfasis en proporcionar sistemas que detecten qué
le sucede al conductor en cada momento para tomar decisiones y asistir
en la frenada, en qué hacer ante una colisión,… incluso en sistemas de
reconocimiento facial como están desarrollando Audi y Toyota, que interpretan
la falta de atención en el primer caso, y el estado de ánimo (que puede provocar
falta de atención, de nuevo) en el segundo.
Los avances en procesado
de imagen, potentes programas de reconocimiento facial y el cada vez mayor
contenido tecnológico de los coches harán posible que, a medio plazo, un
conjunto de sistemas comiencen a actuar antes de que nos demos cuenta en
el momento en que se detecte un peligro potencial delante nuestro, se concluya
que estamos más despistados de lo normal y el coche, tranquilamente, frene,
ajuste los cinturones, se aparte de la trayectoria, pare en un arcén… ¿Ciencia
ficción? A día de hoy puedo decir que menos ficción que ciencia. Al
paso que vamos, al menos.
La habilidad de reconocer
expresiones y asociarlas a un estado de ánimo es natural en nosotros,
los humanos. Pero también es posible engañar a unos ojos inexpertos, hacerle
creer a alguien que estamos contentos cuando por dentro mordemos, por ejemplo.
U ocultar la tristeza bajo una máscara forzada. Existen una serie de microexpresiones que
pueden ser reconocidas por programas avanzados de procesado de imagen y que
podrían dejar fuera de toda duda el estado de ánimo real en que nos
encontramos.
¿Y qué sacamos nosotros en
limpio? Más seguridad. El sentirnos arropados por una serie de sistemas
que velan por nosotros, que nos avisan con un pequeño timbre de que estamos
entrando en “zona peligro”, que nos corrigen levemente la trazada cuando nos
salimos del carril, que neutralizan un despiste en ciudad “clavando frenos” y
evitando esos molestos y a veces inofensivos golpes por alcance (pero que
conllevan gastos, pasar un mal trago…).
Aún con todos estos sistemas,
debemos tener presente que la responsabilidad sigue estando del lado
del conductor: no por tener un sistema que nos avise del cambio
involuntario de carril vamos a conducir sin manos. Igualmente, por el hecho de
que nuestro coche interprete que estamos en tal o cual estado de ánimo vamos a
dejarnos llevar por las emociones. Al volante, la mente siempre alerta y el
espíritu siempre en calma.