4 de abril de 2014

Cinturón de seguridad. Efecto submarino


A día de hoy nadie pone en duda la eficacia del cinturón de seguridad. Pero hábitos tan comunes como poner fundas a los asientos, llevar demasiado inclinado el respaldo o llevar ropa voluminosa, por ejemplo, reducen su capacidad de retención.

Es lo que se conoce como “efecto submarino”. El cuerpo se desliza por debajo de la banda abdominal del cinturón de seguridad, con el consiguiente riesgo de sufrir lesiones internas graves que pueden provocar la muerte.


Si bien la Organización Mundial de la Salud afirma que el cinturón de seguridad es uno de los inventos del siglo XX que más vidas ha salvado, lo cierto es que en nuestras carreteras continúan muriendo más de una decena de personas a la semana, pese a llevar puesto el cinturón. Según datos de la propia DGT, el 25% de los fallecidos en turismo y furgonetas no hacían uso del cinturón de seguridad en el momento del siniestro. Pero la pregunta es, ¿qué ocurrió con el 75% restante? ¿Por qué murieron llevando puesto el cinturón de seguridad?

Solo abrochado, no es lo mismo que bien puesto
El cinturón está hecho para estirarse en caso de choque, no para aguantar el golpe. Esto significa que, ante un impacto, la cinta se deforma –o estira– y gana longitud para que el usuario sufra las lesiones menos graves posibles. Utilizando un símil, sería como los frenos del coche, pero frenando el cuerpo: no sirve para que no te muevas en caso de impacto, sino para aguantar la deceleración.
Debido a la inercia de una colisión, un cuerpo multiplica más o menos por 50 su peso en un choque frontal a 50 km/h. Por ello, aunque la normativa vigente estipula que la fuerza máxima que debe soportar el cinturón de seguridad es 1.200 kg, todos los fabricantes montan cinturones que aguantan hasta los 3.000 kg. Esto se traduce –según pruebas de choque con dummies de 1,70 de estatura y 75 kg de peso– en que en el momento del impacto el cuerpo se desplaza unos 25 cm hacia delante antes de volver hacia atrás como consecuencia de que el cinturón se estira un poco primero, para volver a tensarse sobre el cuerpo, sujetándolo firmemente a continuación.
Sin cinturón de seguridad, nuestro cuerpo saldría disparado hacia delante a la misma velocidad que llevase el coche en el momento del impacto y no pararía hasta impactar contra un objeto, bien dentro o fuera del coche. Pero, ¿qué ocurre si llevamos colocada una pinza o una clásica almohadilla de cinturón para tener más holgura y que el cinturón de seguridad no nos moleste?
En este caso, al ir el cinturón más holgado, el cuerpo se desplazará hacia delante más de esos 25 cm que citábamos anteriormente, aumentando la posibilidad de choque brusco contra el volante, el salpicadero o los asientos delanteros. Además, al no estar el cinturón pegado al cuerpo del ocupante, éste con lo primero que golpeará será contra el propio cinturón, produciéndose una rotación muy violenta en la columna vertebral, origen de la mayoría de lesiones medulares.

Nunca lleves holgado el cinturón de seguridad: no utilices pinzas
ni almohadillas que lo sujeten.

En el coche no lleves puesto abrigos, plumas o cualquier otro
tipo de prenda acolchada. Esos dos o tres centímetros de
“acolchamiento” que separan tu cuerpo del cinturón harán las veces de
pinza en el cinturón de seguridad.

El efecto submarino
Otro de los peligros que supone que el cinturón quede holgado es el llamado efecto submarino. Consiste en que el cuerpo, al no estar bien sujeto por el cinturón, presiona el asiento hacia abajo llegando a deslizarse por debajo de la banda abdominal del cinturón de seguridad.
Esto es muy peligroso por tres razones:
                1. Deja que el cuerpo continúe su movimiento hacia delante, aumentado el riesgo de chocar contra el volante, el salpicadero o los asientos delanteros.
                2. Aumenta la presión del cinturón sobre la parte más blanda del cuerpo: el abdomen, aumentando el riesgo de sufrir lesiones internas graves.
                3. El desplazamiento del cuerpo favorece que los miembros inferiores del cuerpo choquen contra la parte baja del habitáculo del coche. Una rotura de cabeza del fémur, por citar un ejemplo, puede desencadenar una hemorragia interna mortal.

Para minimizar todos estos riesgos, los fabricantes de coche han ido haciendo modificaciones en las estructuras de los asientos. La más visible de todas ellas es que la banqueta del asiento forma una especie de rampa hacia arriba, con el fin de impedir que el cuerpo se desplace hacia abajo al irse hacia delante. El acolchamiento del asiento, dividido en franjas longitudinales horizontales reduce también el efecto submarino. Es por ello que cuando colocamos sobre el asiento complementos como aislantes de bolas o riñoneras alteramos la capacidad de retención del cinturón, por un lado, y alteramos la estructura del asiento, por otro.

Finalmente, si el respaldo del asiento va demasiado abatido, el cinturón de seguridad quedará demasiado separado del cuerpo, por lo que su eficacia será prácticamente cero y el efecto submarino, mayor. En el coche, el respaldo del asiento debe colocarse tan vertical como sea posible. No te fíes esos que dicen que si los respaldos reclinables fuesen peligrosos, no se fabricarían. Los coches los llevan únicamente para proporcionarte confort en paradas para descansar.

No coloques en el asiento del coche riñoneras de bolas, esterillas.
Tampoco cojines, ni camisetas, etc.

Circula con el respaldo del asiento lo más vertical posible.

Campaña oficial de la DGT sobre el uso del cinturón: