El consumo de cannabis y hachís puede llevar
aparejadas graves alteraciones mentales. Entre las más comunes está la
esquizofrenia de origen químico, que provoca, entre otros síntomas,
alucinaciones, delirios, trastornos de pensamiento y trastornos de movimiento.
Eduardo Carreño, médico especialista en conductas adictivas, constata un «gran
aumento» del consumo de cannabis y hachís, «principalmente durante el último
año, aunque en los dos anteriores también habíamos apreciado un crecimiento».
La mayoría de consumidores de este tipo de drogas
que acude a su clínica son «o bien jóvenes menores de edad que son enviados por
los padres en cuanto se enteran de la adicción o bien personas de entre 30 y 40
años que llevan años consumiendo sin ser conscientes de las consecuencias del
hábito». Porque el principal problema, explica este experto, es que «se ha banalizado
tanto el consumo de cannabis como el de hachís, de hecho, se ha extendido la
creencia de que es más saludable fumarse un porro de marihuana que un cigarro
de tabaco y es totalmente falso, una falacia».
«No hace falta un consumo prolongado para que
aparezcan las primeras consecuencias y alteraciones mentales. Hay varios
factores que influyen, entre ellos la predisposición de cada individuo, la
vulnerabilidad del cerebro, la pureza de la droga y la cantidad que se fume»,
apunta.
Se da la circunstancia de que en los últimos años
se ha detectado un incremento de la pureza de las plantas de marihuana, lo que
repercute directamente en los efectos en el organismo. Entre los trastornos más
habituales están la ansiedad, trastornos afectivos, síndromes amotivacionales,
esquizofrenias, ataques de pánico y trastornos de conducta.
Psicosis inducida
Una muestra del aumento del consumo de este tipo de
sustancias estupefacientes es que solo durante el último año Eduardo Carreño ha
atendido a tres personas que llegaron a su consulta con cuadros de psicosis
inducida por consumo de cannabis, una cifra muy superior a la de años
anteriores. La psicosis inducida es un trastorno delirante grave que puede
prolongarse en el tiempo y que se produce en asociación con estados de
intoxicación o abstinencia de la droga consumida.
En personas con una predisposición biológica para
el desarrollo de enfermedades mentales, el consumo de los denominados porros
actúa como acelerante de la patología y agrava sus síntomas y efectos. Carreño
aconseja a todas aquellas personas que tengan en su entorno a un consumidor
habitual de hachís y cannabis a que lo animen para que acuda a una consulta
médica en la que poder evaluar su estado de salud.
Los problemas derivados del aumento del consumo son
ya palpables, si bien los efectos serán más evidentes en el futuro. «Ya estamos
viendo las consecuencias, pero indudablemente los trastornos empezarán a ser
más notables a medida que pase el tiempo si la tendencia continúa al alza»,
señala Carreño.
El médico especialista en conductas adictivas
alerta de la necesidad de realizar campañas preventivas por parte de las
administraciones públicas. «Se ha bajado un poco la guardia en lo que respecta
a la prevención y es ahora cuando se están empezando a notar las consecuencias.
Durante los años 80 y 90 las campañas informativas sobre el peligro de consumir
heroína y cocaína fueron determinantes para conseguir un retroceso y una
sensibilización en la sociedad. Ahora se ha reducido un poco el ritmo en esa
prevención y lo estamos notando», considera.
«Tanto los padres de menores consumidores como los
propios consumidores de cannabis o hachís tienen que tener muy presente que
fumar un porro tiene graves consecuencias y es igual o más perjudicial que
consumir otro tipo de sustancias estupefacientes de las que no se consideran
blandas», resume Eduardo Carreño.