9 de mayo de 2012

“La ciudad de los niños”, cuando los más pequeños mejoran la seguridad vial urbana


Al hilo de un interesante artículo sobre la movilidad en las ciudades y el respeto hacia el peatón escrito por el Dr. Jesús Monclús, he buscado qué es La ciudad de los niños a la que alude el experto en seguridad vial, y he encontrado un proyecto del Instituto de Ciencia y Tecnología del Conocimiento del Consejo Nacional de Investigación italiano donde los niños aprenden a gestionar su propio entorno.
En La ciudad de los niños, las ciudades ya no son para los coches sino para los ciudadanos, y los niños son garantes de que todas las decisiones que afectan a la movilidad fluyan por los cauces de la convivencia entre los usuarios de la vía y con el máximo respeto hacia el peatón. El proyecto, iniciado en 1991, es obra de los italianos Francesco Tonucci y Antonella Prisco, que explican así sus motivaciones:
La degradación de las ciudades está provocada, en gran parte, por la decisión de privilegiar las necesidades de los ciudadanos adultos, hombres y trabajadores como prioridad económica y administrativa; esto afecta a todos los ciudadanos, especialmente a los más débiles y a los más pequeños. El poder del ciudadano adulto trabajador se demuestra claramente debido a la importancia que el coche ha adquirido en nuestra sociedad, condicionando las decisiones estructurales y funcionales de la ciudad, creando graves dificultades para la salud y la seguridad de todos los ciudadanos.
En definitiva, se trata de conseguir que la Administración baje sus ojos hasta la altura de un niño, uno de los usuarios más vulnerables de la vía, para no perder de vista a nadie, ya que el proyecto de La ciudad de los niños establece que una ciudad adecuada a los niños es una ciudad adecuada para todos.
El proyecto se nutre de colaboraciones, encuentros e intercambios con profesionales de la psicología, la sociología, la pediatría, la arquitectura y el urbanismo, tanto en el ámbito universitario como en los colegios profesionales. También tiene contacto con profesionales de la política y las administraciones locales, tanto en Italia como en España y Argentina, países donde tiene presencia el proyecto.

La autonomía del niño, prueba de una movilidad cívica
Uno de los objetivos principales de La ciudad de los niños es conseguir que los chavales puedan salir de casa sin ser acompañados, que puedan encontrarse con sus amigos y jugar en los espacios públicos de la ciudad. En pocas palabras: recuperar el espacio urbano para los niños, esto es para los peatones.
Las razones aducidas son múltiples, y tienen que ver con la deriva que han experimentado los más pequeños en las últimas décadas, cuando lejos de poder jugar en espacios abiertos han tenido que recluirse en el interior de los edificios. La necesidad de tener siempre el control directo de los adultos impide a los niños vivir experiencias que tienen que ver con la exploración, la aventura y la sorpresa, y que les da pie a aprender a superar progresivamente los riesgos necesarios.
Sin ese trabajo de educación de la persona, explican, el niño crece con graves lagunas en la construcción de una personalidad adulta, en las reglas de comportamiento, de conocimiento y de defensa. Visto así, La ciudad de los niños es un proyecto de construcción del ser humano en un entorno seguro desde el punto de vista vial. Si la base de la educación vial es la educación, con propuestas como esta se puede educar a los futuros adultos usando la herramienta de la educación vial.
Una de las pruebas de fuego de esta movilidad segura consiste en establecer, en colaboración con las escuelas y las familias, unas rutas infantiles para que los niños puedan acudir a su centro escolar a pie, relegando el uso del vehículo a un segundo plano y sin necesidad de ser acompañados por un adulto. Para conseguirlo, se incorporan las medidas sugeridas por los niños para hacer el recorrido más seguro y se consensúan las condiciones antes de poner en práctica el seguimiento de estas rutas seguras.

Poder para el niño, pero con responsabilidad
El papel del niño es decisivo en todo el proyecto. Los menores tienen voz en todo lo que afecta a su propia seguridad, y esto tiene una doble lectura. De un lado, los niños se implican en las medidas que se adoptan y las hacen suyas. Por otra parte, se les exige un ejercicio de responsabilidad que les ayuda a crecer como individuos miembros de una colectividad.
Dentro de ese ejercicio de responsabilidad, los niños tienen la facultad de denunciar actitudes de los conductores que atenten contra su seguridad vial, como no permitirles cruzar la calle en un paso de peatones ya sea porque no se detienen, porque bloquean el paso o porque plantan el coche sobre la acera (si, ya lo sabemos, es un momentito™). Sin embargo, no se les permite usar sus boletines de denuncia con otros fines:
¡Importante! Las multas no sirven para jugar como si fueras un “pequeño policía”. No se pueden utilizar en casos de mal aparcamiento, ni tan siquiera para señalar alguna infracción en los espacios reservados a las personas discapacitadas. Esto es trabajo de la Policía local. Las multas de los niños se utilizan para protestar contra los adultos que no respetan el derecho de los peatones, a utilizar las aceras y los pasos de peatones sin obstáculos.
Otro punto donde incide el proyecto tiene que ver también con la observación del mundo adulto… esta vez fijándose en los propios padres del niño. De forma parecida a lo que propone el programa de los agentes cebra, en La ciudad de los niños los pequeños consejeros del Consejo de niños invitan a todos los niños a reeducar a sus padres para que respeten los derechos de los peatones, ya sea con avisos verbales o con un dibujo que recuerda que en la ciudad el peatón debe ser lo primero: