13 de mayo de 2012

aicnalubmA


Hay ocasiones en que las circunstancias conspiran para sugerir de forma insistente el tema sobre el que tienes que hablar en el próximo artículo. Presencias un par de eventos similares en poco tiempo, y cuando te sientas a escribir algo (o alguien) te dice ¿por qué no hablas de ello?

Resulta que hará un par de días, en el trayecto de vuelta acompañado de un colega de trabajo, en espacio de sólo unos minutos presenciamos dos situaciones en que una ambulancia tenía dificultades para desenvolverse en el tráfico.
La primera de estas situaciones ocurrió en la travesía de una carretera nacional por un pueblo de la costa. El tráfico en ese momento no era exageradamente denso, pero sí bastante rápido. La ambulancia, con sus sirenas y luces todavía naranjas, desembocaba a la general por una calle harto estrecha.
Tuvo que detenerse al borde de la intersección y esperar unos segundos que el desarrollo tráfico le dejara un hueco. Lo que viene a ser un STOP de toda la vida, como lo haríamos tú y yo. Pero si se lo ves hacer a ese tipo de vehículo, la verdad es que hace un poquito de daño a la vista.
Mi compañero de trabajo preguntó, más bien de forma retórica, cuál sería el motivo por el que no la dejarían pasar. Seguramente la respuesta era que, en una calle tan estrecha, era difícil verla venir a tiempo de cederle el paso de forma segura.
Pero yo no pude evitar responder, casi sin pensar y también como si hablara para mis adentros, «porque su madre no va en la ambulancia».
Aunque uno nunca sabe quien hay dentro de una ambulancia. Lo que sí sabemos seguro es que ese alguien querría no estar allí. Quizá es tu propia madre,... o quizá eres tú mismo/a, no hay forma de saberlo. Las probabilidades son escasas, pero como dijo en otra ocasión ese mismo compañero «a alguien le ha tocado el euromillón, ¿no?».
Con la diferencia que para que a uno le toque el euromillón, se debe hacer el acto consciente (pero irracional, añado yo) de comprar un boleto. Para ser inquilino de una ambulancia no hay que ir a ninguna administración de lotería.

La segunda situación ocurrió en la plaza de Glorias de Barcelona. Para los que no la conozcáis (o para quienes haga cierto tiempo que no la ven, ya que cambia de aspecto y función vial cada cinco años…), es una especie de rotonda gigante, de uno 200m de diámetro y forma más bien abombada según los mapas por satélite.
Además, está infestada de semáforos. Casi siempre que conduzco por allí es para hacer algo menos de media circunferencia. Suficiente para que, en ese corto trayecto, de forma ineludible me deba parar en dos o tres luces rojas. Como no, junto una interminable cola de vehículos atrapados.
No era la primera vez que veía las dificultades de un vehículo prioritario para pasar por ese nexo laberíntico de la red viaria de la ciudad condal. Pero la coincidencia con el primer avistamiento hizo que lo diéramos más trascendencia.
No dudo que los conductores de esa plaga de acero y latón que impedía el paso a la ambulancia eran los primeros que querían quitarse de ahí. Pero con tres filas interminables de vehículos, cada cual más pegado al siguiente, los pobres conductores no tienen ni idea de donde pueden meter su cacharro para dejar de molestar y ayudar a las asistencias a salvar la vida de alguien.
Ni siquiera la solución de los corredores de emergencia, que (como tercera casualidad del día) nos comentaba precisamente hoy Josep, en una situación como la de Glorias tendría difícil aplicación.
Al ser una vía de tres carriles, los vehículos de las dos filas más exteriores tendrían que arrimarse a la derecha. El carril interior, a la izquierda, dejando un pasillo libre para el vehículo sanitario. Pero, ¿y si la ambulancia tiene que tomar la siguiente salida? Se encontraría con dos hileras de vehículos que se han desplazado hacia allí.
La situación no es fácil de resolver. Sin duda, lo que realmente importa es la voluntad y el buen juicio de la gente. Aunque parezca mentira, todos podemos ayudar a salvar una vida. No hace falta ser un héroe, simplemente no entorpecer a los que sí lo son.
Nunca se sabe, otro día podríamos ser nosotros los que necesitáramos esa ayudita…
Fuente: Circula seguro