20 de diciembre de 2011

Manos libres, mentes ocupadas

Hemos hablado sobre la importancia de la atención en la seguridad vial. Lo argumentaba diciendo que nuestra mente es la herramienta más poderosa que disponemos. Pero como toda herramienta, para que sea efectiva hay que aplicarla bien.
Pues bien, esta mañana he sido testigo de una anécdota que tiene bastante que ver con el asunto, y no puedo resistir la tentación de compartirla con vosotros. Además de venir como anillo al dedo, es una anécdota incruenta, donde nadie nunca corrió peligro (más que de hacer el ridículo). Tiene que ver con uno de los mayores ladrones de atención al volante: el teléfono móvil.
A estas alturas de la película ya deberíamos tener todos muy muy claro que circular con el teléfono en la mano no es del todo seguro. Por desgracia, mirando a través de los parabrisas, aún descubrimos un alarmante número de personas que conducen agarrándose la oreja.
Pero seguro, seguro, que ellos también saben que hacen mal. Estoy convencido de que sienten un pinchazo de culpabilidad en el corazón. Y sino, ya sentirán un buen pinchazito en el pecho cuando queden empalados en la columna de dirección…
Por todo ello, ya hace años y años (incluso en la era en que los móviles eran sólo teléfonos tontos) se inventaron artilugios que permiten satisfacer nuestras necesidades de telecomunicación a distancia mientras nos desplazamos conduciendo un vehículo. Seguro que lo habéis adivinado: los manos libres.
A lo largo de los años, se han visto manos libres de todos los colores. Desde el método más rudimentario, donde se enganchaba mediante una ventosa un micrófono amplificador al auricular del teléfono, hasta los más modernos basados en radiofrecuencia de 2,4GHz (más conocido con el nombre de Bluetooth, apodo del rey Harald Blåtand que en siglo XX unificó las tribus danesas, suecas y noruegas). Pasando por sistemas más sorprendentes, como el que adorna estas líneas.
Sin embargo, y aunque decirlo sea en cierto modo nadar contra corriente, desde siempre a mi tampoco me ha parecido una solución del todo satisfactoria en cuanto a seguridad vial. Solventan el problema de la disponibilidad de las manos, sí. Pero dejan de lado lo que decíamos ayer: la herramienta más importante es nuestra mente, no nuestras manos. Con las manos podemos salir de un apuro, con cabeza podemos evitar meternos en él.
Volviendo a la anécdota de que he sido testigo esta mañana, en esos momentos yo era usuario de la vía pública en calidad de peatón. Tuve que pararme en un semáforo, porque el monigote rojo acababa de hacer acto de presencia. Sin embargo, se notaba algo raro al rededor. Algo no iba bien.
Lo que fallaba era que el semáforo de peatones estaba en rojo, y el disco para vehículos en verde,... pero allí no pasaba nadie. Había coches, pero estaban quietos. No tardé en darme cuenta de por qué: el de la pole position estaba amorrado hacia el salpicadero de su vehículo, gesticulando vehementemente.
Tras agitar la cabeza parpadeando, miré con más atención. Iba sólo, en un coche enorme (justo lo que uno necesita cuando va sólo, ¿verdad?). Rápidamente formulé dos teorías. O estaba manteniendo una discusión telefónica mediante el un manos libres, o Kitt se había puesto en huelga y se negaba a arrancar. Por el bien de nuestra salud mental, nos quedaremos con la primera.
El tiempo que pasó fue ridículamente largo. Más de medio ciclo del semáforo hasta que el segundo de la cola decidió hacer uso de la señal acústica. Eso sí, sin intentar unas ráfagas de luz antes, un método más discreto que quizá hubiera sido suficiente. El despistado hombrecillo se sobre saltó, miró el semáforo y arrancó a toda prisa. Lo último que pude ver es que seguía gesticulando mientras se alejaba.
Es obvio que ese señor no tenía la mente en la carretera. No sé si hablaba de negocios, o estaba discutiendo con la mujer. Sea lo que sea, se había convertido en la ocupación principal de su mente, desatendiendo la carretera y la seguridad vial. Como dije al principio, en esta anécdota nadie corrió peligro. Los vehículos estaban parados. Pero no puedo dejar de pensar qué podría haber ocurrido si en vez de no ver una luz verde, lo que se le escapa a este conductor es un peatón en un paso de cebra…