13 de diciembre de 2011

En comidas y cenas de empresa, alcohol cero

Se acerca la Navidad, y esta semana comenzarán a llenarse los restaurantes con reservas de grupos de personas que, dispuestas a olvidar por un día los avatares del trabajo, se entregarán al ritual anual de la comida o cena de empresa, esa celebración en la que saltan las corbatas y se dejan de lado las preocupaciones por la facturación para pasar un rato agradable en compañía de aquellos con quienes nos vemos las caras cada día de nuestra vida.

En muchas de esas comidas o cenas de empresa, de manera espontánea se llenarán las copas y se brindará por que el próximo año 2012 sea mejor que este, cosa no muy difícil aprovechando que la crisis ha dejado el listón muy bajo, se beberá y se disfrutará de la vida, que son cuatro días y la mitad los pasamos durmiendo. Claro que sí, como está mandado. La vida hay que vivirla.

El problema vendrá después, cuando al salir del restaurante uno tenga que ponerse al volante habiendo bebido alcohol. Y en ese momento ya será demasiado tarde para pedirle al cerebro que sea racional y elija no haber bebido, que elija optar por el transporte público o que elija designar a otro conductor. Para entonces, el cerebro responderá con un tan manido como incorrecto “yo controlo”.

Brindar con alcohol es un acto social, pero conducir con alcohol en sangre es en muchas ocasiones un acto delictivo. ¿A partir de cuándo se considera delito? Tanto da. La tasa máxima permitida con carácter general está en 0,5 gramos de alcohol por litro de sangre, y esa tasa se puede alcanzar con relativa facilidad, o no, dependiendo de un montón de factores, como la edad, el género, el hábito de beber, la cantidad de alcohol ingerida, el ritmo de la ingesta, el tipo de bebida alcohólica y con qué se mezcle, el hecho de haber comido o no, si es de día o de noche, incluso se habla de predisposición genética para tolerar mejor o peor las bebidas alcohólicas.

Hay tantos factores que condicionan la tasa de alcoholemia, que no sé yo si vale la pena ir rozando el larguero a ver si uno da o no da positivo en un posible control preventivo de los 20.000 que desde ayer lunes montará cada día la DGT en colaboración con  las Policías Locales de los ayuntamientos. De hecho, incluso antes de dar positivo el alcohol tiene una serie de efectos sobre el organismo que resultan incompatibles con la conducción segura, como por ejemplo:
  • infravaloración de los efectos del alcohol y consiguiente exceso de confianza,
  • aumento de las imprudencias y las distracciones,
  • reducción del campo visual y peor percepción de distancias y velocidades,
  • mayor dificultad de coordinación psicofísica,
  • toma de decisiones errónea y tardía.
Realmente, una vez que el alcohol entra en el organismo, se absorbe en unos minutos y se distribuye por todo el cuerpo, y ese camino del alcohol se realiza de forma inexorable hasta que el hígado lo metaboliza en un proceso largo y laborioso. Por eso, y porque desde tasas muy bajas de alcoholemia nuestras capacidades para la conducción se pueden ver afectadas aunque a nosotros mismos no nos lo parezca (cosas de haber bebido), lo mejor es acabar de raíz con el problema. Un “no” a tiempo esquivando convenientemente la presión de grupo siempre será más recomendable que un lamento.